Madina revivió con entereza y muchos detalles el drama de aquella mañana del 19 de febrero de 2002. "Fue una mañana normal", comenzó a relatar para después recordar que si bien estaba "acostumbrado" a mirar todos los días bajo su coche antes de ir al trabajo, aquel día iba con prisa y no lo hizo. "Sufrí graves heridas en ambas piernas, en las manos y en el corazón. Salí como pude del coche, había mucha sangre. Alguien se acercó y llamó a una ambulancia", afirmó recordando el momento inmediatamente posterior a la explosión.
En mi casa "se hizo de noche"
En cuanto a las secuelas del atentado explicó que, pese al tiempo transcurrido, todavía le quedan "frentes por superar" y que su "proceso de recuperación" aún "no ha terminado, y tardará años". Pero no sólo él sino todos los que le rodeaban, ya que a partir de ese día en su casa "se hizo de noche" y "una sombra de pena y tristeza" se envolvió a su familia. "Cuando ETA visita a alguien, genera un fuerte impacto en tu familia que no se puede explicar con palabras. Eso se vive", dijo.
Madina, que estuvo entre 6 y 7 meses en rehabilitación, explicó que tras la explosión su padre sufrió una depresión, de la que se recuperó meses después. Sin embargo, su madre, de 49 años, no logró salir del "túnel por el que pasan otros" y murió 10 meses más tarde por un infarto.
Pero Madina se mostró consciente de que pudo ser mucho peor. "Si ese artefacto está bien colocado yo estoy muerto", señaló "o si en vez de medir 1,80 mido 1,60", apuntó, ya que "cuando ETA coloca una bomba intenta o busca matar. Eso es lo que hace ETA". Pero cinco años después del atentado Madina, que sigue con su actividad política ahora como diputado, aseguró que sus "compromisos individuales y políticos" siguen intactos. "Ni ETA va a cambiarlos ni lo va a conseguir nunca", sentenció.
La cúpula del PSE
Durante su declaración Madina estuvo arropado por la plana mayor del PSE. A la vista asistieron secretario general de los socialistas vascos, Patxi López, el portavoz de su Ejecutiva, Rodolfo Ares, y el secretario general del PSE-EE de Vizcaya, José Antonio Pastor. También estuvieron el presidente del Senado, Javier Rojo, la secretaria de Estado de Cooperación, Leyre Pajín y otros destacados representantes de la formación como José María Benegas o Ramón Jáuregui. En esta ocasión no asistió ningún representante de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT).
El impactante testimonio de Medina tuvo como antesala otra de las actuaciones que algunos presos etarras protagonizan rutinariamente en sus comparecencias ante la Justicia. Así, nada más comenzar el juicio, el presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia, Javier Gómez Bermúdez, expulsó temporalmente al etarra Asier Arzalluz Goñi después de que éste asegurase que no iba a declarar ante "un tribunal fascista". Minutos más tarde, varios agentes le llevaron al habitáculo de cristal blindado que separa a los acusados del resto de la sala, pero acto seguido volvió a ser expulsado al negarse a guardar silencio.
En el juicio además de a Goñi y a Olabarrieta como autores principales, también se juzga a Gaika Olabarrieta Cormenzana y Gorka Aztiria Echevarría como presuntos colaboradores. Para ellos, que también declararon hoy y negaron haber colaborado nunca con ETA, la Fiscalía pide seis años de cárcel.