Retos (y no parches) para un ministro de Cultura
sábado 12 de abril de 2008, 14:05h
El confirmado Ministro de Cultura, César Antonio Molina, nuevo y viejo a la par, con bagaje de meses en el departamento y los que le cuelgan con la experiencia del Instituto Cervantes; se encuentra con los desafíos inmediatos a los que hacer frente en estos cuatro años de la próxima legislatura.
Algunos no admiten demora y hay que plantarles cara sin dilaciones, porque se han disimulado con parches ante la urgencia de la campaña electoral pasada.
Quizás el primer asunto que le saltará en las manos, como patata caliente, es el del canon y los derechos de autor. La SGAE jugó fuerte y forzó una postura que la sociedad española no ha digerido en absoluto. Lo de hacer pagar a todos por grabar cualquier soporte electrónico indiscriminado, se antoja abusivo y poco esclarecido en relación con los derechos de autor y cómo revierten a cada cual.
Y este canon evoca el del cobro en el uso de las bibliotecas públicas, impuesto por la normativa europea, pero que en nuestro país resulta pintoresco, dada la exigua utilización de las bibliotecas como centros de lectura masiva. ¿Alguien se imagina que los españoles van a pagar una cuota por leer libros de las bibliotecas?. La política del libro, con una industria huyendo hacia adelante con sus casi 70.000 nuevos títulos al año, imposibles de absorber en un mercado más que saturado, desbordado con cientos de libros semanales en los estantes, que hay que renovar como mercancía apenas revisada. Una industria emparentada con la de la burbuja inmobiliaria, que construía en España más que casi toda la Unión Europea. ¿Reventará esta también, con sus innumerables premios amañados?
El cine y la producción de filmes subvencionados, que en una distribución sujeta a intereses foráneos y espurios está llamada a fracasar; se debate entre unirse a los grupos europeos y su defensa o quedar reducida a las coproducciones residuales que los grandes grupos hollywoodienses impongan.
Poco podrán ayudar las televisiones y sus centros de producción, que tienen encima el apagón analógico y el recurso de la tv en TDT, que apenas está remontando y haciéndose popular. Las televisiones locales y municipales, como las privadas conseguidas en concesiones políticas interesadas, tienen pendiente su batalla por la audiencia y el espacio emisor.
Y, por último, la guerra en Internet por el uso en español de las consultas cotidianas, en una dura competencia global con los grandes portales mediáticos que dominan la red. El Instituto Cervantes lleva años abriéndose camino y la Real Academia Española no quieren quedarse atrás en sus procesos modernizadores de la tecnología digital, con las enormes inversiones necesarias.
¿Hacia donde dirigirá el nuevo-viejo ministro de Cultura sus esfuerzos y políticas inmediatas en los próximos meses?.
Habrá que estar atentos y sus planes darán el índice de cómo orienta el ministerio, con la Biblioteca Nacional en cuarentena y sumida en su revisión de fondos, padeciendo el expolio como los fondos marinos por las razzias de nuevos piratas equipados con dotación para no dejar pecios sin esquilmar.