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La investidura y los ausentes del PP

martes 08 de abril de 2008, 16:25h
Si tuviéramos que resumir con dos palabras lo que fue ayer la primera sesión del debate de investidura estas serían, sin duda: desconfianza y expectación. No hubo, como era de esperar, grandes sorpresas ni en el discurso del presidente ni en la respuesta inicial de Rajoy, pero si muchas incógnitas que sólo el tiempo aclarará.

Hubo por parte de Rodríguez Zapatero algún propósito de la enmienda en errores de bulto que ocuparon demasiado tiempo en la legislatura pasada como la lucha contra el terrorismo, la renovación de los órganos judiciales y la cacareada crisis económica -que ayer el presidente de Gobierno se atrevió a definir como desaceleración- pero sobre la que siguió minimizando sus efectos haciendo gala de su optimismo antropológico.

La única novedad de la jornada fue, curiosamente que en esta ocasión el protagonista no era ni el Presidente ni la formación de su gobierno, un tema que suele provocar el morbo de los periodistas, empeñados, como es lógico, en ser los primeros en adelantar las quinielas. El tema estrella fue por contra lo que se está cociendo  en el principal partido de la oposición, que es mucho y no precisamente bueno. En el hemiciclo -que puso el cartel de "no hay billetes" dada la presencia de un buen número de senadores-, todas las miradas estaban puestas en quien hablaba con quien, en si la nueva portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría, -situada al lado de Angel Acebes quien arropaba al líder de su partido- le mandaba o no indicaciones, cosa que no sucedió, o si la vieja guardia daba signos evidentes de su malestar.

"La composición del PP se divide en tres grupos: los cabreados, los conspiradores y los conspiradores cabreados" reconocía, con sorna, uno de los diputados perjudicados en los recientes repartos de poder. Y no le faltaba razón. Entre los populares hay una especie de  "calma chicha" de tensa espera que augura tiempos revueltos.

No es de extrañar que ayer en los pasillos del edificio de la carrera de San Jerónimo los protagonistas fueran no los presentes, sino dos ausentes que se han quedado con las ganas en las pasadas elecciones: Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón. No había un solo "conciliábulo" popular donde la estrategia de la presidenta de Madrid no estuviera presente después de que tan solo 24 horas antes no es que dejara entreabierta la puerta es que abrió de par en par la posibilidad de presentar una candidatura en el próximo Congreso de su Partido.

Las quinielas ayer no eran sobre si el ministro Caldera se quedará o no fuera del Gobierno, sobre si a la ministra Chacón se le  premiará la cuota catalana con un ministerio de más relumbrón, o  sobre si Rubalcaba cambiará no de cartera debido a que ha cambiado mucho su situación familiar. Las quinielas tenían el marchamo del partido perdedor y sobre todo el sabor amargo del descontento. Hasta los ministros del Gobierno mas asentados -desde la tranquilidad de saberse reelegidos- se atrevían en privado a entrar en la liza ¿Cuánto nos apostamos a que finalmente Aguirre no se presentara?. "El tapado se llama Rato aunque tengamos que esperar a un largo Rato para verlo", me comentaba uno de ellos. Sin comentarios.
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