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INSOMNIO ELECTORAL

INSOMNIO ELECTORAL

La democracia, o el sueño de la democracia

martes 08 de abril de 2008, 10:55h
Después de unas elecciones todos los partidos y todos los analistas nos dicen que las cosas van a cambiar, que ya han cambiado o que, de hecho, están cambiando en ese mismo momento. Y durante la celebración de unas elecciones todos nosotros nos creemos que las cosas van a cambiar, que ya han cambiado o que, de hecho, están cambiando en ese mismo momento. Los días que los ciudadanos tenemos el poder, un solitario día cada cuatro años, se convierten en jornadas históricas y efectivamente llegas a sentirte parte de la Historia (con mayúsculas). Porque a lo mejor es verdad. Pero a lo mejor es una apariencia, un sueño.
Digamos que la democracia española tiene apenas 30 años, desde que se aprobó la Constitución de 1978. Es joven, pero ya no es un niño. Cuando vemos a un niño en dos días diferentes enseguida exclamamos: ¡Cómo has cambiado! Y los cambios son prácticamente diarios, porque para el niño antes no había nada, y ahora hay colores, animales, juguetes y personas, y un cuerpo que los conoce y una mente que los reconoce, o se esfuerza en olvidarlo todo y nos deja dormir tranquilos. Pasa el tiempo. Te encuentras con ese niño. Está más mayor. Le dices: ¡No has cambiado nada! Y a lo mejor lo niega, pero intuye que puede ser verdad.

Así que tú piensas: ¿Realmente tu voto ha sido decisivo? Y contestas: Obviamente sí. Y contestas: Obviamente no. Piensas: ¿Realmente crees que tu vida va a cambiar si entras o sales de un tren? Piensas: Qué diferente hubiera sido mi vida si hubiera cogido ese tren. Piensas: Qué diferente hubiera sido mi vida si no hubiera cogido ese tren. Piensas: ¿Realmente hubiera sido diferente? ¿Por qué? ¿Quién soy yo? ¿Podría ser otro? ¿Podría ser tú? Y como es tarde y estás cansado te vas a dormir para dejar de soñar. Y entonces sueñas  que vas a votar y que las cosas cambian, pero te despiertas otra vez y ya has ido a votar. En una compilación perfecta para las noches de insomnio encuentras una leyenda oriental que dice: Chuang Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre. Otra, de Nietzsche, asegura que en los procesos de sus sueños el hombre se prepara para la vida venidera. Sólo una más: Una vida lograda es un sueño de adolescente realizado en la edad madura. Como la democracia. Como el amor.

Por eso el tiempo de esta historia (¿con minúsculas?), el tiempo vital de Álex y de Marga y del viejo y de la vieja es real, y a la vez es el delirio inocuo de un insomne. Este hecho es imposible, pero es más bello. El tiempo les ha olvidado por completo y a la vez les tiene más en cuenta que nunca, y puede que algo así sólo nos pase cuando estamos enamorados, porque enamorarse es una desorientación, y una lucha constante por seguir perdido. Es una licencia poética, y como todas las licencias poéticas corre el riesgo de ser impropia y pretenciosa y vulgar, pero si nos pilla en un día bueno también puede ser certera y ligera y hermosa.

Esta mañana, en el andén de nuestra historia, sólo están Álex y Marga. No hay nadie más que ellos dos. Los viejos no están. Los viejos han sido un sueño de ellos mismos, eran una premonición, una esperanza, un miedo (o están dormidos y soñando que son dos jóvenes que se conocen en una estación de tren...). Álex soñó un viejo gruñon porque tiene miedo de convertirse en un viejo gruñon, o soñó una vieja feliz porque tiene la esperanza de volver a enamorarse. Marga soñó una vieja feliz porque tiene la esperanza de convertirse en una vieja feliz, o soñó un viejo gruñon porque tiene miedo a no volver a enamorarse. Es lo más normal. Lo extraño es que los dos coincidieran en el sueño, los cuatro. Lo extraño es que dos personas que sueñan coincidan en el tiempo inerte y en el espacio invisible de los sueños. Lo extraño es soñar con el futuro y llegar hasta él, con los ojos abiertos aun teniendo los ojos cerrados. Lo extraño es que venga el tren justo en el momento en el que querías que viniera el tren, y lo extraño es que no salgamos corriendo cuando vemos acercarse hacia nosotros a ese gusano sólido y gigante como el tamaño entero del porvenir.

Lo normal es no reparar en los sueños, en las dificultades de los demás, en las partes menos elegantes de nuestras elecciones. Lo extraño es mirarle a los ojos al lobo, al hombre, al amor, y poder sonreír, después de todo. Porque el amor es un sueño, y sabemos profundamente que tarde o temprano tendremos que despertar. Pero también sabemos que al rato de beber agua tendremos que volver a beber agua, y la evocación de esa idea nos sacia y nos ahoga casi tanto, o incluso más, que el hecho instantáneo de beber agua. Borges (otra vez él, siempre él) nos dice: Si un tigre entrara en este cuarto, sentiríamos miedo; si sentimos miedo en el sueño, engendramos un tigre. Y todavía así, el propio Borges, entre la vigilia y el sueño, confesó que hubiera preferido ser un tigre a un hombre.

II. Dormir y despertar

Álex y Marga y el viejo y la vieja apenas se inmutan, ninguno se levanta y el tiempo pasa y vigila. El tren cierra sus puertas e inicia la marcha. Con el tren se marchan de sus cabezas varios pensamientos, cierto alivio y dos pinceladas oníricas que por un tiempo fueron personas. Álex lleva un rato mirando un libro, ojeando el libro pero sin leer apenas una palabra del libro. Marga lleva un rato con los cascos del mp3 puestos en las orejas pero con el aparato desconectado. Quieren hablarse. ¿Y cómo se hace eso, que es tan fácil? En las películas pasa de la forma más vulgar, o de la forma más inverosímil. Todavía no estamos en ninguna de ellas, pero la situación está adquiriendo matices ligeramente extraños.

Álex hace un repaso rápido. Preguntas sobre la música que escucha, la maleta, el color de su pelo; aseveraciones sobre el tiempo, sobre política, sobre una noticia insignificante en un pueblo insignificante pero se convierte en una metáfora grandilocuente. No, es insignificante, piensa al fin. Marga hace un repaso rápido. Preguntas sobre el libro que lee, el trabajo, la verdad de sus ojos; reflexiones sobre el pasado, sobre el futuro, sobre el presente inasible y apremiante y la posibilidad de decidir y etc. No, es arrogante, piensa al fin. En el único momento en el que los dos se quedan vacíos de pensamientos y dudas, los dos se miran fijamente a los ojos. Sin nada en la cabeza. Se miran. Están absortos. Pasan dos segundos, a lo mejor tres, y los dos empiezan a sonreír, empiezan a comprender. La sonrisa de Álex es tan grande que cabría Marga y la sonrisa de Marga es tan grande que cabría Álex. Pasan 10 ó 15 segundos. Es mucho rato, es el infinito. Sólo se miran a los ojos y se sonríen con ellos y con toda la cara. De pronto los dos sueltan una carcajada, giran la cabeza y cierran los ojos sin dejar de verse. Todavía sonriendo, Álex le dice a Marga Álex mientras Marga le dice a Álex Marga. Se siguen mirando y no hablan y a lo mejor pasa otro universo entero antes de que vuelvan a pensar. Cuando Álex siente, porque no lo piensa, que el trauma del nacimiento se supera con la sola contemplación de esa sonrisa le dice No te vayas. Y parece una súplica o la enunciación de un sueño.

Marga se pone seria, le habla, esta vez sin mirarle. Esta noche no he podido dormir. Al principio me he quedado dormida en seguida. Pero de golpe me he despertado y sabía que no podría dormir más. Álex asiente y le apetece hablarle y decirle que él apenas ha dormido esa noche y que en un sueño se escondía en un armario para espiar a una amiga de su hermana cuando venía a su casa. Pero Álex ya no sabe si es un sueño o es un recuerdo vergonzoso de su sinvergonzonería infantil. Marga está un poco menos seria, con la trascendencia pueril de la juventud. He soñado que me escondía en el cuarto de mi hermano para espiar a un amigo suyo que venía a nuestra casa. Se ríe, ambos se ríen. En realidad, creo que un día lo hice, o pensé que quería hacerlo, y ahora se ha convertido en un sueño, en un deseo frustrado, más real que un recuerdo real. Álex, imbuido por la belleza de la escena, por la solemnidad de ciertos poemas, por el cansancio y por la resaca de una noche con demasiados sueños, le recita: De toda la memoria sólo vale el don preclaro de evocar los sueños. Y no le dice quién lo dijo porque no importa o no lo recuerda o es una mentira.

A. Álex y Marga sonríen una vez más y se acercan hasta que se rozan sus abrigos y ese roce les evoca una isla. Alex pregunta: ¿Puedo esconderme en tu mochila mientras tomamos un café?

B. Álex y Marga sonríen una vez más y se acercan hasta que se rozan sus abrigos y ese roce les evoca el mar. Marga pregunta: ¿Puedes esconderte en mi mochila mientras facturo la maleta?


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