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La investidura

La investidura

lunes 07 de abril de 2008, 15:08h
Hoy se celebrará la sesión de investidura del nuevo presidente del Gobierno. Lo que establece la Constitución como indispensable es que el candidato pronuncie un discurso en el Congreso de los Diputados en el que exponga su programa, y que a continuación se celebre la votación, pero desde 1979 hasta hoy a esta liturgia se acompaña, de hecho, un debate entre el discurso y la votación.

La novedad del debate fue una iniciativa del PSOE, que quería empezar aquella Legislatura presionando al candidato Adolfo Suárez con la exigencia por sorpresa de un debate que la UCD no tenía previsto. El entonces presidente del Congreso, Landelino Lavilla, no aceptó la petición, y la Legislatura empezó con un enorme escándalo organizado por los socialistas, y acabó con la moción de censura en la primavera de 1980, la dimisión de Suárez en enero de 1981, el golpe de Estado frustrado de un mes después de la dimisión de Suárez, y el adelanto de las elecciones a octubre de 1982 después de un año y medio de gobierno ejemplar de Leopoldo Calvo-Sotelo, en cuyo transcurso el hoy marqués de la Ría de Ribadeo dejó la situación política en las mejores condiciones para facilitar el acceso al poder de un Gobierno socialista, gracias a dos hechos clave: el juicio de los hallados responsables del golpe del 23-F, y el ingreso de España en la OTAN.

Ésta es la pequeña historia. El debate se celebrará, pero esta vez no tendrá ninguna importancia, por dos razones principales: la primera es que el Partido Popular no da muestras de querer actuar como lo hizo el PSOE en 1979; la segunda es que lo que diga el candidato José Luis Rodríguez Zapatero carece de valor, pues haber ganado las elecciones no borra su condición de mentiroso, sino que sólo significa que los electores -al menos los de Rodríguez- han validado la mentira como forma de hacer política, lo que obliga a prestar atención no a lo que éste diga, sino sólo a lo que haga.

Tampoco tendrá mucha trascendencia que el candidato sea investido hoy por mayoría absoluta tras la primera votación, o el viernes por mayoría simple tras la segunda. Si acaso, un fracaso hoy significará que las minorías nacionalistas quieren vestir el muñeco, como suele decirse, ante sus propios militantes y electores para justificar las concesiones que hagan después al Gobierno, que procurarán que le salgan lo más caras posible.
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