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Frases de cuatro décadas

Frases de cuatro décadas

miércoles 02 de abril de 2008, 20:28h
¿Soy poco partidario de los artículos nostálgicos, de volver la vista atrás -con la que está cayendo aquí y ahora--, pero, a veces, parece necesario, porque lo de antaño tiene significado especial hogaño. Hoy he caído en la cuenta de que hace ya casi cuarenta años de aquello de mayo del 68 y he querido adelantarme a las conmemoraciones oficiales que sin duda llegarán, a las entrevistas con ese burgués que no lo era por entonces y al que llamábamos 'Dani el Rojo'. Y, claro, a la comparación entre aquello de entonces, con su carga de ilusiones algo vacuas, y esto de ahora, con la ramplonería ambiental que nos rodea.

¿Quién, quién, sostendría hoy, con esta apatía político-cultural, tan pendiente de cómo anda el Ibex, algún planteamiento utópico? Se me marcó para siempre, de aquellos días en los que la información de lo que ocurría en Francia, en California, nos estaba vetada a los españoles, aquella frase tremenda: "seamos realistas, pidamos lo imposible". Muchos adolescentes de entonces tratábamos de ajustar nuestras conductas a esta frase entre la rebeldía y la santidad, porque bien podría haber figurado en una antología poética de San Juan de la Cruz, o en la agenda de actividades de Francisco Javier. O en la de Teresa de Calcuta, por poner algún ejemplo más contemporáneo.

Yo creo que ya ni los santos, o aspirantes a ello, son lo mismo, ni los estudiantes universitarios tampoco. Ni, probablemente, los intelectuales, los artistas, los periodistas. Ni, por supuesto, los políticos. Simplemente, ocurre que ya no se hacen frases lapidarias, como aquellas que acuñaba Pompidou, el, para mí, inolvidable presidente francés, tan severo él, que opinaba que "la pereza es un elemento motor de la humanidad". Hombre, eso sintoniza con la frase utópica que antes he citado y que sembró de pintadas las paredes parisinas. Porque las frases evidencian la grandeza de una persona y las circunstancias de una época. Como cuando Felipe González, en el apogeo de su poder, nos recordó aquello, tan cierto, de que "a veces también se puede morir de éxito".

Recuerdo perfectamente, durante un almuerzo con aquel ministro de tantas cosas que fue Pío Cabanillas, cómo, haciendo una pausa entre sorbo y sorbo del consomé, me lanzó una sentencia fulminante: "desengáñate, Fernando; ahora, lo urgente es esperar".

Era, la del Pío de "hemos ganado, pero no sabemos quiénes", una muestra del realismo pragmático que sucedió a las alegrías efímeras de las revueltas de La Sorboba o de las concentraciones en Berkeley. Solo que el del 'ministro del destape' era un pragmatismo más brillante que este que se nos echa encima, teñido de pesimismos económicos con el ladrillo a cuestas y de zafiedad televisiva. Era aquel cabanillesco un pragmatismo que entroncaba con las piruetas fulgurantes de aquel gran cínico Romanones y de los parlamentarios de la pirotecnia: "no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, como no es lo mismo".

¿Algo que ver todo esto con la legislatura que ahora inauguramos? Ya digo: la nostalgia y las hemerotecas nunca son buenas. 
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