www.diariocritico.com

Corresponsalía económica

La crisis, como certeza y oportunidad

La crisis, como certeza y oportunidad

martes 19 de febrero de 2008, 09:30h
Conviene situar el contexto en el que inicia su andadura esta corresponsalía económica. No han de ser su objetivo la política económica ni las grandes cuestiones de macroeconomía, pero es obvio que la economía real, la actividad de los sectores y empresas que habrán de merecer atención, se desarrolla en un espacio que ayuda o dificulta, abre oportunidades o bloquea su aprovechamiento. Así que la crónica de hoy es excepción, para fijar las líneas del marco.

El momento económico es realmente malo. Nadie toma en serio la pretensión de que la economía española se acelerase en el último trimestre de 2007, proclamación electoralista que deja en mal lugar al INE, incapaz de explicar el singular milagro que certifica. Quizá sea el mismo modelo con que el Gobierno, ante el aumento del desempleo, opta por hacer desaparecer a decenas de miles de personas del cómputo de paro registrado, y ante el impacto del incremento de los precios de los alimentos opta por disminuir su peso en la ponderación del IPC.

¿Por qué lo llamamos desaceleración, como si todo fuera estar un poco menos bien, crecer con menos alegría, para eludir la realidad de una crisis que no es que se avecine, sino que ya está entre nosotros y sólo cabe discutir la rapidez con que se adueñará de la actividad y el fondo hasta el que puede llegar? Es verdad que reviste la forma de una desaceleración, pero cada vez menos dudan de que llegará la recesión a Estados Unidos y nadie puede pensar seriamente que la primera economía del mundo vaya a entrar en recesión sin que afecte a otros grandes espacios y, en el caso de Europa, con especial intensidad al Reino Unido, Irlanda y España, probablemente a nosotros con más fuerza que a nadie.

Primero se dijo que eso de la crisis inmobiliaria y de la construcción eran exageraciones, y ya estamos dentro, con una previsión razonable de pérdida de entre 700.000 y un millón de puestos de trabajo de aquí a un año, y con enormes dificultades de financiación, agravadas por las mal enfocadas reformas de la Ley del Suelo y de la Ley del Mercado Hipotecario. Luego, se dijo que eso de la crisis financiera eran ganas de exagerar, y que eran “turbulencias”, y que no había hipotecas subprime por estos pagos, ni créditos basura. Ahora ya sabemos que hay de todo y no en cantidades irrelevantes.

Todavía se pretendió, en el epílogo de eso tan bonito de que la economía española está mejor que nunca antes en décadas, como afirmó urbi et orbe el presidente del gobierno, que en 2008 el crecimiento del PIB se situaría en torno al 3 %. Ahora ya, el discurso oficial sugiere un crecimiento del 2,5% o incluso menos, y los analistas independientes se quedan por debajo del 2%, quizá entre el 1,5 y el 1,7%. ¿Esto no es crisis? Podemos discutir sobre la intensidad y la duración del ajuste, pero no sobre su realidad. Y desde luego es necesario que cuando se inicie la siguiente fase de crecimiento, sea en 2011 ó en 2012, el Gobierno de turno haya hecho los deberes, tan negligentemente descuidados los últimos años, y las reformas hayan situado la economía del país en condiciones de aprovechar los vientos favorables.

Lo cierto es que la crisis, la desaceleración, el ajuste o como quiera llamarse, se muestra especialmente fuerte en España por la desafortunada convergencia de desequilibrios macro y micro económicos. Entre los primeros, la inflación y el importante déficit exterior. Tenemos una terrible deuda externa porque hemos estado viviendo con cierto desenfado del dinero ajeno. Ahora, en plena crisis, nuestras entidades encuentran más que dificultades para captar pasivo en el sistema financiero internacional, donde se teme lo que pueda suceder si la “burbuja inmobiliaria” española no resiste la fase negativa del ciclo. Así, en la prensa internacional, España aparece como ejemplo de una economía que naufraga, víctima tanto de la resistencia del Gobierno a asumir los costes de imagen de reformas estructurales que eran, bien se ve ahora, inaplazables, como del recelo de Rodríguez Zapatero, quizá por cuestiones de marketing electoral, a cualquier proyecto de liberalización de la economía. 

Entre los desequilibrios micro, destacan el elevado endeudamiento de las familias y de las empresas, en un entorno, por si fuera poco, de alza de los tipos de interés y de restricción crediticia generada por las “turbulencias” del mercado financiero internacional. Es obvio que, dentro de la UE, tenemos además una lógica limitación de instrumentos macro para afrontar la crisis. No podemos combatir el déficit exterior y la inflación devaluando la moneda para ganar competitividad, o endurecer la política monetaria para atacar la inflación. Para restaurar competitividad es necesario que los precios y salarios internos crezcan menos que los de nuestros socios y competidores, algo imposible con mercados tan intervenidos y rígidos como los españoles. Ni los tipos de interés ni las bajadas de impuestos pueden tener efecto expansivo, ya que, por el desequilibrio financiero de familias y empresas, se utilizarían para reducir deuda, no para gastar e invertir más.

En estas circunstancias, la preocupación crece lo mismo en las organizaciones empresariales que en los sindicatos. Es verdad, y lo seguiremos con atención y detalle en las crónicas de esta corresponsalía económica, que España tiene ahora mismo excelentes entidades financieras, magníficas empresas de servicios, empresas punta en sectores clave como la energía y la construcción. Falla la política económica, pero la economía real es amplia, potente y moderna y sólo necesita, para dar todos los resultados de sus potencialidades, que alguien, alguna vez, tome la decisión de recuperar el impulso de modernización y liberalización de la economía que hizo posibles, entre 1996 y 2000, los que seguramente han sido los mejores años, esos sí de verdad en muchas décadas, de este país.

En materia de liberalización de la economía, las ofertas electorales de ambos grandes partidos dejan sin embargo mucho que desear. Se comprende en el PSOE porque, con toda evidencia, su actual líder es hombre que no cree en la “mano invisible” del mercado y tiene además inocultable gusto por los mecanismos de intervención del poder político sobre la actividad económica y empresarial. Se comprende menos en algunas propuestas del PP, fruto quizá de la idea pesimista de que los electores no son ciudadanos que atenderán las ideas y apreciarán la verdad y la competencia, sino gentes a las que halagar y prometer para obtener sus votos.

Y sin embargo, es en la liberalización sin complejos, en la introducción de los mecanismos de la competencia y de las virtudes del libre mercado donde está el punto de apoyo para mover la palanca de la economía real y que el país de un nuevo salto adelante tras estos últimos años de desidia. Vienen años duros, pero pasarán y los que sigan después serán excelentes si se ha aprovechado el tiempo para preparar las estructuras sociales y económicas del país. He escrito alguna vez, y me ratifico en ello, que éste es un país que crece impulsado por empresarios y trabajadores modernos y eficientes, pero lastrado en su crecimiento por políticos antiguos y bajo justificadas sospechas.

Como en las sucesivas crónicas de esta corresponsalía económica se eludirá hablar de política, escribiré solamente que el liberalismo no debiera ser cuestión de debate entre derechas e izquierdas. Una derecha conservadora, no liberal, sería una derecha antigua e ineficaz. Una izquierda intervencionista, no liberal, sería una izquierda antigua e ineficaz. Antigua no de unos pocos años, sino de muchos, porque las frases que siguen, de un gran dirigente socialista español tienen la friolera de casi ochenta años: “Somos ante todo, liberales. Queremos un régimen político liberal (…) Queremos un régimen económico liberal (…) Queremos un régimen jurídico liberal (…) la desaparición de los últimos vestigios del romanismo y del feudalismo (…) Liberales siempre, nos sentimos hoy más liberales que nunca”. Alguien camina como el cangrejo.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios