Fernando Reinlein
Podría llamarse así, “El Partido de la Iglesia”, (PI) y de esta forma, si se presentan y logran escaños. podrían alzar su voz los obispos de la Conferencia Episcopal española con más contundencia en el Congreso de los Diputados. Me lo sugería un amigo al que tuve que explicar que sería deseable, quizás, pero que no era ni necesario ni posible.
No es necesario porque para hacer escuchar la voz de los obispos ya está el PP y no es posible porque la Ley no permite partidos que no sean democráticos, lo cual obligaría a la Iglesia a acabar con su sólida jerarquización, lo que parece poco probable a la vista de los sucedido en los último dos mil años o así.
A eso habría que añadir la legislación que subyace tras la Ley d Igualad efectiva, lo que obligaría al Partido de la Iglesia (PI) a introducir en sus listas a mujeres. Imagínense una lista de una gran circunscripción que sería más o menos así:
Cardenal/Abadesa/Arzobispo/Madre superiora/Obispo/Directora de Colegio de Monjas/ Párroco/monja, coadjutor/hermana….Mi amigo se preguntaba también que pintaban veinte o treinta hombres con falda y solteros en un manifestación de apoyo a la familia tradicional, al matrimonio…
Se presta a muchos chistes y cuentos de humor lo que está pasando con las voces de los obispos en este país, pero prefiero dejar la clave de humor, porque las consecuencias pueden ser peligrosas. Hay mucho católico bienintencionado que no cae en la hipocresía de estos sepulcros blanqueados que conforman la actual dirección de la Iglesia. No hay más que analizar las palabras del Cardenal Primado de Toledo a la hora de defender la nota de la Conferencia Episcopal en la que pide que no se vote a la izquierda en este país, para ver que el calificativo no es exagerado: “ Nunca ( la Iglesia) hemos tenido palabras de adulación, ni codicia disimulada. Dios es testigo”.
La ventaja – o el inconveniente – de quienes hemos sobrepasado los sesenta es que nos educaron en la fe católica y aprendimos lo que nos enseñaron. Y una de esas cosas que nos enseñaron era “No usar el nombre de Dios en vano” y por supuesto no jurar en falso. El señor Cañizares ha puesto, nada menos que a Dios por testigo de que la Iglesia no ha hecho nada de lo que dice cuando, en casi dos mil años, no solamente ha adulado a los fuertes y codiciado bienes, sino que ha mentido, manipulado, torturado, asesinado y masacrado en nombre de la fe a, por supuesto, para defender sus intereses. Y eso lo sabe muy bien este señor y todos los pastores de un rebaño que ya no se deja pastorear a ciegas.
Porque hay fieles que ya no tragan, que tienen otro sentido del evangelio y del mensaje de Jesús de Nazaret. No es el caso de quien esto escribe que va a iniciar los tramites para apostatar para que no le cuenten a la hora de hacer números, pero si de muchos hombres y de mujeres de buena voluntad. Es lo malo de enseñar a los demás el mensaje evangélico, que pueden revolverse con él contra esos sepulcros blanqueados que tanto despreció Jesucristo.
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