De la noche a la mañana se ha muerto Ignacio Fontes. Jesús Hernández escribiría que se me ha muerto como del rayo porque la suya no ha sido una muerte tan anunciada. Se ha ido en silencio, sin protestar, animando a los suyos, a los nuestros, a todos. El mundo ha perdido a un buen hombre, y muchos hemos perdido a un gran amigo.
Ignacio Fontes de Garnica (Lo Pagán, San Pedro del Pinatar, Murcia, 1947) acaba de fallecer en un hospital de Madrid. Había ingresado a principios de diciembre por una neumonía, pero todo se complicó. Ya saben, cosas de hospitales. Le hicieron pruebas y llegó lo inesperado, lo miserable, el horror. No se quejaba de nada, hablaba de eutanasia con absoluta normalidad mientras afrontábamos proyectos como si hubiera un mañana arcádico que ya nunca llegará a existir: nos dormimos en las delicias de Capua, como diría Clarín.
Fontes fue más que un periodista: era crítico de cómics, poeta y escritor. Pero era aún más que eso: era una metáfora del debate, le encantaba polemizar al estilo de las generaciones del 98, del 15, del 27, del 45… su verbo duro incomodaba a aquellos que no podían seguirle en su pensamiento a veces subrepticio; era un auténtico látigo de petimetres, de gárrulos que salían escaldados por montaraces. Pero ésos eran los menos, sólo a los garrulos (además de los gárrulos) era a los que aplicaba la férula de su conocimiento. En lo esencial, Fontes era una buena persona y, en su bonhomía, todos –o casi todos- encontrábamos refugio.
Como periodista, desde que en 1971 colaborara en Bang!, formando parte de la segunda generación de teóricos del cómic surgida en España, junto a Mariano Ayuso, Luis Conde Martín, Jesús Cuadrado, Carlo Frabetti, Pacho Fernández Larrondo, Federico Moreno, Ludolfo Paramio o Pedro Tabernero, su vida periodística fue un volcán de actividad y un terremoto existencialista. En 1974 ya ejercía como secretario general en la prestigiosa revista de la transición Cambio 16 y pasó por diferentes sitios y fases hasta llegar a Interviú, donde yo le conocí –y me arropó- en 1984. En Interviú fue redactor jefe, subdirector y director en la etapa más floreciente de esta revista del Grupo Z. Luego colaboró en múltiples sitios más .en radio y televisión- hasta sus últimos encargos en un digital de Madrid.
Enemigo de cualquier dictadura, de cualquier sátrapa, de cualquiera injusticia, de quienquiera que quisiera trepar sobre los demás, hizo célebres sus frases contra Franco, a quien llamaba “general paticorto” y “Su Excremencia el Fraudillo”. Fontes era un hombre enérgico, pero justo, y como anécdota de su fortaleza valga reseñar que aun estando ingresado en un hospital madrileño, muy grave ya, publicó un último artículo en el diario digital en el que colaboraba bajo el sugestivo título de Cristóbal Colón, los misteriosos orígenes de un “gran escapista”. Merece la pena leerlo (pinchar en el link).
Como escritor, desde que en 1983 publicara sus dos primeras novelas, Rosa, rojo y negro y Casa habitada por murciélagos, obteniendo por la segunda el premio Sésamo de novela corta, ha sido un autor muy prolífico: tras esas novelas desarrolló una propia y peculiar vertiente poética que se manifiesta en la recopilación Poemas 1978-1983 (1989) o en Jardín meridional (1993). También cultivó el ensayo y la historia, con libros como 1937: el crimen fue en Guernica. Análisis de una mentira (2014).
Yo particularmente he tenido he tenido el inmenso honor y placer de publicar con Ignacio Fontes alguna parte de mi propia producción como escritor, con libros como Miguel Ángel Blanco. In Memorian: la prensa frente a ETA (1999); Quien es quién: sus señorías los diputados (2002); El Parlamento de papel: las revistas españolas en la transición democrática (2 tomos, 2004), o Sokoa (2016), con Rafael Vera, con quien Ignacio escribió también El padre de Caín (2009), un intensísimo relato basado en hechos reales sobre un coronel de la Guardia Civil y sus dos hijos, uno guardia civil y otro abertzale; una historia con final espeluznante, avanzo, sin hacer spoiler.
Puedo decir con orgullo que fui amigo y compañero de Fontes incluso en Reporteros sin Fronteras, donde ambos formamos durante un tiempo su Comisión de Garantías. Fontes fue un gran humanista. A él se le podría aplicar aquella frase de Publio Terencio Africano en su comedia Heautontimorumenos que decía: Et nihil humani... Homo sum, humani nihil a me alienum puto...