Las 16.000 sillas para ver a los Reyes ya están llenas

Cuando el personal contratado para vigilar el acceso, en su mayoría chicas jóvenes, se presentó en las gradas para controlar el acceso, miles de personas habían entrado y ocupado los asientos ya que nada ni nadie se lo impedía.

Algunas personas fueron tan previsoras que llegaron a los graderíos provisionales montados en los laterales de los paseos de la Castellana y de Recoletos a las doce y media de la mañana, más de cinco horas antes de que comenzara el desfile, e incluso comieron allí unos bocadillos. De esta forma, otros muchos miles de personas más que acudieron en torno a las cuatro para buscar asiento recorrieron inútilmente las gradas preguntando si quedaba algún lugar vacío.

Los vigilantes, identificados por un chaleco reflectante y una acreditación colgada del cuello con la palabra "Organización", tuvieron que repetir cientos de veces que no había ningún hueco y a menudo discutir con personas que querían salir con los niños a buscar un servicio y que les guardaran los asientos o con otros que pretendían entrar para ver la Cabalgata dentro aunque de pié.

Ambas cosas, así como entrar con carritos de bebé, estaba prohibido por motivos de seguridad, como constaba por escrito en grandes carteles junto a cada uno de los accesos. En ocasiones tuvo que intervenir alguno de los policías municipales destinados a este servicio para disuadir a los más pertinaces de que siguieran discutiendo.