Tomate show

Durante cinco años en Tele 5 han estado poniendo un western moderno, un reality donde los tiros son de verdad y las putas beben güisqui a morro y se rascan las costuras de las medias con un abanico tronchado. El Tomate ha sido una autopsia en frío a la actualidad rosa descarnada, como si le ponen una cámara a un ataúd para que veamos cómo se descompone el cuerpo en apenas diez días.

Les han llamado ratas, hienas, moscas cojoneras, cuervos, buitres y hasta periodistas. Les han temido, querellado, insultado, perseguido y apaleado como si fueran adúlteras en una reunión de las familias. Pero se mantuvieron mientras Malaya ardía en la corrupción de Marbella, y hasta que todo quedó bajo secreto de sumario. Fueron un programa que comenzó con Gil pero que no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos; por su culpa la Pantoja tiene taquicardias. El Tomate ni caduca ni se pasa de moda, simplemente se recicla.

No toda la culpa de la telecaspa la tiene ese programa, formatos peores se emiten todas las tardes y aquí nadie se escandaliza porque una dosis de cotilleo ayuda al colesterol bueno. Según Sartre el infierno eran los otros, y aquí estamos rodeados de otros que babean venganzas. Termina el Tomate pero continúa la tomatada.

Al famoseo canalla no le van a retirar la escolta porque los tomatinos dejen de perseguirles, ahora vendrán otros. Da igual lo que ponga en la alcachofa del micrófono, siempre habrá un intrépido reportero de aeropuerto. Lo siento por las foklóricas despechadas; antes eran nadie, pero a partir de ahora serán nada.

www.rafaelmartinezsimancas.com