Pues va a ser que gana –seamos suaves- el impredecible. Al carajo las encuestas –lástima de negocio- y los informes de previsión – lástima de tiempo perdido-, y a dibujar de nuevo el panorama. Los mercados pueden acabar acostumbrándose, pero con un líder que tiene la mentira como arma política y unos mercados que han avanzado en los últimos años apoyados en el pasamanos del poder, van a tener que aprender a andar solos. Los bandazos a uno y otro lado van a ser norma. Tengo para mí –decía el clásico- que es lo más parecido a la victoria del NSDAP en 1932. Nada de lo que haya dicho el candidato en campaña es fiable, de modo que resta buscar en sus instintos y ver que sale. A finales de septiembre intentamos hacerlo con la esperanza de no tener que profundizar y evaluamos la posible reacción de los mercados ante un escenario así. No era muy difícil. Más o menos es lo que está pasando. Mucho más difícil es saber que esperar de una administración Trump. Sería estúpido refugiarse en el equilibrio de poderes, pero ¿qué otra posibilidad queda? Desde luego el primer enemigo lo buscará dentro y va a cambiar todo lo que esté a su alcance en la administración norteamericana. Alguno de esos enemigos está más que señalado: la Reserva Federal. Por supuesto se queda en el aire el alza de tipos en diciembre, pero por desgracia, desde ahora y hasta enero, vamos a tener que atender a lo que el presidente electo diga y en base a ello tratar de tejer un nuevo paño. Difícil va a ser separar tanta paja del poco grano. Al final, triunfó.