Nos encontramos con varias citas electorales donde mandan más las emociones que las ideas. Se piensa votar más con el corazón que con la cabeza y los sentimientos marcan una pauta que va a tener unas consecuencias muy negativas para todos. El caso más inmediato es el referéndum sobre la permanencia o no del Reino Unido en la Unión Europea donde el asesinato de la diputada laborista Jo Cox parece que ha provocado un cambio de tendencia. Ahora, las encuestas y las casas de apuestas, que sirven mucho mejor de termómetro electoral para los británicos, apuntan a una victoria de los partidarios de permanecer en la Unión Europea. De repente, un profundo sentimiento de solidaridad con los principios e ideas que defendía Jo Cox ha invadido los corazones de muchos británicos indecisos y su voluntad de voto se alinea con los europeístas. La pregunta que nos podemos plantear es si todos los informes y datos sobre los costes del Brexit no han servido para nada y el ser humano, al final, es más sensible a un impacto emocional que a unas cifras frías y sin alma, por mucho que machaquen el bolsillo.
El problema que se está planteando es la brecha generacional en el Reino Unido que lleva una racha con Escocia y el Brexit donde su unidad está en entredicho por la irresponsabilidad de muchos de sus políticos, sobre todo, del premier David Cameron. Los mayores recuerdan las ínfulas del antiguo Imperio británico y reclaman que les devuelvan su soberanía y capacidad para decidir y gestionar aunque sea la miseria, y los jóvenes que son más conscientes del nuevo mundo globalizado y de la necesidad de fomentar una mayor unión económica e, incluso, política con el resto de los europeos.
En cualquier caso, la crisis que ha despertado la celebración de este referéndum pone a prueba las estructuras de la construcción europea y habrá que evaluar si, al menos, se puede zanjar por bastante tiempo la posición del Reino Unidos en la UE, aunque hay quien piensa que una victoria del sí a la permanencia solo servirá como bálsamo para una temporada, a no ser que se lleven a cabo las reformas imprescindibles que necesita imperiosamente la Unión Europea. La ola ultraderechista en países del Este y del Centro, es muy preocupante y requiere de unas políticas claras desde Bruselas impulsadas por los países miembros, sobre todo Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España.