Los contactos que la Asociación de Ayuda al Pueblo Saharaui de Madrid han mantenido en los últimos meses van a dar sus frutos con una ayuda económica por parte del Ayuntamiento, cuyo importe queda pendiente de determinar, así como la forma de la misma, que puede ser subvención directa de manera excepcional o un convenio de colaboración. Pero que da alas a la Asociación que lidera Andrés Sesmero para tener la tranquilidad de que este año la capital de España pueda traer a alrededor de 35 niños, dentro del cupo de los alrededor de 9.000 que vienen a nuestro país.
Una cifra que sextuplica, de manera aproximada, a las de años anteriores, cuando por la falta de ayuda del equipo del PP, con Ana Botella al frente, no sólo Madrid acogía únicamente a cinco o seis, "sino que incluso las familias que se hacían cargo de ellos tenían que pagar parte o todo el importe del viaje de ida y vuelta en avión que asciende a 600 euros", cual apunta Sesmero. Quien añade que la diferencia con el resto de Asociaciones de la Comunidad -como Leganés, Pozuelo, Getafe, entre otras, era brutal, "pues en estas localidades, con ayuda de sus Ayuntamientos, acogían a varias decenas cada una".
Convivencia y reconocimientos médicos
Este proyecto de 'Vacaciones de Paz', al que ahora se reintegra con fuerza Madrid, va adquiriendo cada verano mayores dimensiones con esos miles de niños de entre nueve y doce años, que, durante los meses de julio y de agosto, son acogidos por familias españolas, lo que es considerado como el mayor esfuerzo de solidaridad y apoyo al tan castigado pueblo saharaui.
Los chavales saharauis gozan así de la posibilidad de convivir con niños españoles y llegar a tener otra imagen del mundo, distinta de las que les aporta su realidad cotidiana en el desierto. Además de algo tan fundamental como reconocimientos médicos integrales, ya que, la dureza de las condiciones de vida en los campamentos, el clima extremo que sufren, la alimentación deficiente y las condiciones de higiene insuficientes son la causa de la mayoría de sus enfermedades.
En definitva, Madrid, al menos en este aspecto y con estos chavales, vuelve a ser una ciudad sensible y solidaria.