La subida de tipos de interés en Estados Unidos ha sido una muestra de confianza en su economía, pero difícilmente va a ser un alivio para otras grandes economías. En un momento en el que los tipos de cambio centran el debate sobre las políticas económicas en muchos países, lo que ocurra con el dólar va a ser de gran importancia para muchos de ellos. La clave va a estar en si la economía de Estados Unidos tiene la suficiente solidez, no solo para sostener su propia recuperación sino también para impulsar el comercio mundial y el crecimiento global de manera que permita que cedan las presiones deflacionarias externas que pesan sobre la inflación de Estados Unidos. Recientes encuestas no ofrecen mucha esperanza de que se produzca un repunte de la inflación, ni siquiera en Estados Unidos. Incluso las previsiones de inflación subyacente más optimistas no están muy por encima del 2%. Las encuestas apuntan a un crecimiento global medio de solo el 3,4% el próximo año, con escasas posibilidades de tocar el 4% debido a la desaceleración en China y las negativas perspectivas que rodean a los mercados emergentes. Tampoco es fácil encontrar las que esperan una debilidad general del dólar. El renminbi chino, ahora una moneda de reserva, ha caído en todas las sesiones de las últimas dos semanas y no pocos anticipan una mayor devaluación por parte de las autoridades chinas con la intención de estimular la endeudada economía. Desde que los precios del petróleo empezaron a caer drásticamente hace 18 meses es difícil encontrar previsiones que apunten un cambio de tendencia. Pero hay algunos elementos que invitan al optimismo. Con la compra de deuda por parte del BCE la zona euro está finalmente generando un crecimiento modesto y el desempleo ha comenzado a caer, y algunas economías emergentes están mostrando una evolución positiva, como India, donde se espera un ritmo de crecimiento moderado, y México, donde crece el optimismo tras la reciente reforma histórica en el sector energético.