Después de quince años de noviazgo, por fin, se casa. Con Fidel Albiac, claro. Y dejan así clarinete que lo suyo es una historia de amor más que consolidada y serena. Rocío se merece ser feliz. Por varias razones. Primero porque es una mujer que ha sufrido mucho más de lo que ha contado y que se ha caracterizado por ser una tumba de discreta que es.
El distanciamiento con su hija le tiene que estar haciendo un daño que sólo ella puede saber y que, además, como su hija lo cuenta en las redes sociales sin ningún tipo de pudor, esto le genera todavía mucho más dolor. Así que, ¡qué bueno que seas feliz!