La trama es la misma porque aquí tampoco hay que esperar al final del montaje para averiguar si un personaje muere o no, ya que el cadáver está servido en el escenario desde los primeros instantes de la obra. Dos estudiantes (Philip y Brando) intentan demostrar que el crimen perfecto existe. El cadáver que ellos mismos ocultan es el de un compañero al que han asesinado para demostrar su loca tesis de partida. Para mayor provocación lo ocultan en un arcón que servirá de mesa sobre la que se colocan bebidas y alimentos, durante una fiesta a la que están invitados también la novia (Janet) y el padre del asesinado, y el profesor (Rupert) de los verdugos y la víctima, un reputado criminólogo que terminará por descubrir el cadáver.
El equilibrio en la interpretación de todos los actores es extraordinario y, sin duda, se debe a la excelente dirección de Nina Reglero (Valladolid, 1967), premio Max al Mejor Espectáculo Revelación por ‘Dogville’ de Lars von Trier en 2011. El elenco está formado por Mariano Venancio (Sr. Kentley, padre de la víctima); Aníbal Soto (Rupert); Fran Calvo (Sr. Wilson, el mayordomo); Kiko Gutiérrez (Brandon); Verónica Ronda (Janet); y Julián Teurlais (Philip). Es cierto que unos personajes (los asesinos y el profesor) tienen más peso en la obra, pero la interpretación de todos los actores es excelente y perfectamente ajustada a sus papeles respectivos. Brando, un punto chulesco y suficiente; Philip, nervioso, indeciso, pusilánime y quebradizo; el profesor Rupert,frío, racional, irónico, seguro de sí mismo... La novia y el padre de Dave, afectados, pero analíticos y permanentemente recelosos y listos para encontrar cualquier pequeño signo que les dé alguna pista sobre el desaparecido… El mayordomo, ordenado, recto y sumiso.
La escenografía de Dionisio Alonso se adapta altraslado de la acción que Nina Reglero ha hecho (de un sencillo apartamento de estudiantes al jardín de una gran casa de campo). Sobre el escenario hay tres butacas de madera con cojines, que juntas conforman un sofá; un arcón, donde Brando y Philip han escondido el cadáver de Dave; un taburete de tijera; una mesa grande llena de copas, platos..., y una pequeña mesa con el ordenador de Philip. El jardín donde se desarrolla toda la acción está bien iluminado con bombillas de verbena.
La indumentaria de los personajes, que ha diseñado Raquel Iglesias, es actual, como no podía ser de otro modo, ya que la acción se ha trasladado al siglo XXI, desde la primera mitad del siglo XX, que es donde transcurría la trama en eltexto original.
Antes de que aparezca sobre escena personaje alguno, con todas las luces apagadas, suena en la sala la famosa ‘My way’, de Frank Sinatra, una canción que luego interpretará también con la música en playback uno de los asesinos de Dave, Brando. Con ella, la directora del montaje quiere subrayar (‘A mi manera’) la personal forma de ver las cosas que tienen los asesinos, especialmente el líder de los dos, que se regodea hasta el extremo jugando con la misma muerte, capaz de matar casi exclusivamente por vivir la experiencia: “El asesinato es un delito para la mayoría pero un privilegio para unos pocos”. Los asesinos quieren llevar a la práctica una máxima que el profesor les había dado en cierta ocasión, “El crimen es un arte refinado destinado a seres superiores” y que él mismo se escandaliza al comprobar racionalmente que esa parece haber sido la única razón que ha llevado a sus exalumnos a cometer el asesinato.
En definitiva, un thriller policial en el que no falta la intriga, la tensión, el humor negro y todos los demás aditamentos del género, con una interpretación muy ajustada a la acción y a la trama de la obra que, sin duda, hace pasar unos ochenta minutos de teatro la mar de entretenidos. Una buena opción para un verano de teatro madrileño que, por lo general, no ofrece nunca demasiadas alternativas interesantes para el espectador de la gran ciudad.
‘La soga’, de Patrick Hamilton
Dirección, Nina Reglero
Teatro Fígaro, de martes a sábado (hasta el 29 de agosto)