Las notas agudas de un piano electrónico inician la primera historia, El canto del cisne, y anuncian la presencia de un hombre en escena. Es el acomodador de un teatro, que se ha quedado dormido y encerrado dentro del recinto, por vez primera, después de llevar trabajando más de 40 años en él. El hombre habla para sí mismo, creyendo estar solo: “¿Será posible? El teatro está vacío. Me he quedado aquí dormido... Se han ido todos y yo aquí, durmiendo... ¡Ay, Dimitri, Dimitri, viejo idiota...!”. Nuevas notas del piano surcan el aire del teatro y le hacen volver a decir al viejo Dimitri: “¿Hay alguien ahí?... Nada, nada. ¡Imbécil!”. Dimitri (Enric Benavent) es un hombre de 68 años, antiguo actor, de cierto éxito, que acaba finalmente de acomodador en el mismo teatro en el que ha cosechado cierto éxito en su juventud y en donde ahora -entre la ensoñación y la resaca- revive alguna de esas historias pasadas junto a Nikita (Ernesto Alterio), pianista, apuntador, a quien se encuentra allí de forma sorprendente e inesperada. Entre los dos presentan el espectáculo, prologando y comentando los cinco episodios restantes o historias cortas que se narran.
En escena, Malena y Ernesto Alterio, Adriana Ozores, Fernando Tejero y Enric Benavent. Carles Alfaro dirige el montaje y ha creado el decorado y la iluminación. Mobiliario de época, profusión de espejos de marco barroco, y, al fondo, los camerinos de los actores que, de una y otra forma, intervienen con personajes distintos en cada una de las historias que se cuentan. El vestuario de todos ellos lo firma María Araujo.
Los cinco actores, estupendamente dirigidos, bordan sus personajes y los llenan del sentimiento, la sinceridad, la sencillez o el interés que tienen las gentes del pueblo llano, protagonistas de la media docena de historias cotidianas del Chejov joven, que escribía estos a modo de sainetes para ganarse la vida y sin mayores pretensiones que la de gustar a lectores y espectadores de sus obras. Luego, el Chejov adulto, que da el salto definitivo y abandona la medicina, no da ni una sola concesión al teatro fácil (recuérdese su ‘Tío Vania’, ‘El jardín de los cerezos’, o tantos otros títulos suyos).
Malena Alterio, Enric Benavent y Fernando Tejero continúan calentando los primeros minutos del montaje (por cierto, dos horas y diez minutos de duración, que se hacen cortísimos), con la historia graciosísima de La seducción,un adulterio bien planificado. Luego, en la tercera pieza, La institutriz, una delicia disfrutar de las interpretaciones de Adriana Ozores (la señora) y Malena Alterio (la institutriz), ajustando el salario de dos meses de trabajo con la racanería de quien lo tiene todo. En la cuarta, El oso,Ernesto Alterio (acreedor) y Ozores (viuda y deudora) se muestran soberbios con un Tejero (criado) en idéntico estado de gracia. Las historias continúan con La petición de mano, en donde un joven, Fernando Tejero trata de conquistar a una vecina, Malena Alterio, en un duelo interpretativo colosal. Y, por último, El aniversario, una historia de banqueros en donde Ernesto Alterio (director) se las tiene que ver con dos clientas, madre e hija -Ozores y Malena Alterio -, con la ayuda de su secretario (Tejero).
La sonrisa indulgente se transforma, poco a poco, en abierta sonrisa, hilaridad y hasta carcajada a medida que va creciendo la función y esta se adueña del patio de butacas hasta concluir un montaje coronado por el éxito, como lo indica el mismo hecho de haber cerrado temporada en La Latina, y haber prorrogado durante 15 días más de los previstos.
Después de disfrutar del montaje, sigo sin entender a qué obedece el título de ‘Atchúusss!!!’ aunque no es difícil suponer que acaso con ello sus adaptadores intentaran acercar a él a un público más amplio que el habitual de Chejov, que ya tenían ganado simplemente por ver su autoría detrás de las historias llevadas a escena. En todo caso, no deja de ser una simple anécdota para culminar el comentario acerca de un montaje verdaderamente extraordinario que, como ya hemos dicho, admite diversos niveles de lectura -desde la más inmediata y simple, a la más profunda y sesuda- que satisface plenamente a todos. Viene a ser algo así como lo que sucede en la gran pantalla con ciertos clásicos, como ‘Casablanca’, que uno puede ver decenas de veces sin cansarse y descubriendo siempre aspectos novedosos que hacen de una obra que pueda ser calificada de maestra. Sin duda, este montaje puede engrosar esa lista, y, si se lo cruza por ahí, en cualquier teatro de España, no dude ni un momento en acudir a verlo. Es un seguro de inteligencia, pasión e interpretación bañadas en sonrisas y risas inteligentes que, además, mueven a la reflexión.