Escribo desde
Badajoz, a donde he acudido a presentar un libro. Antes,
almorcé en Mérida con un alto cargo de la Junta que me explicó detalladamente
en qué consiste ese 'plan
Monago' que el presidente extremeño acababa de lanzar
a los cuatro vientos esa misma mañana durante un desayuno en el hotel Ritz
madrileño: propuso un referéndum en la autonomía acerca de
reformas electorales que den el gobierno al candidato más
votado, que disminuya algo el número de diputados regionales y que reduzca
del cinco al tres por ciento el porcentaje de votos obtenidos necesario para
poder entrar en el Parlamento. También me dice mi interlocutor en Mérida que
las encuestas dan a
Monago como ganador frente al socialista
Fernández Vara,
pero no por mayoría absoluta: como en tantas otras partes, comenzando por
Madrid o Valencia, los 'populares' van a necesitar el concurso de Ciudadanos
para gobernar. Y, por las críticas que escucho a Monago, o a
Alberto Núñez
Feijoo en Galicia, dirigidas a la formación de
Albert Rivera, me da la
impresión de que el PP no está cortejando con demasiado amor a quien tendrá
luego que buscar como inevitable compañero de cama.
De ahí, de la necesidad
ineludible que tendrán de pactar para lograr gobiernos regionales o locales, y de
las dificultades que tendrán para lograrlo, se deriva la
insistencia de los portavoces nacionales 'populares' a la hora
de pedir una reforma electoral para que el presidente
autonómico o el alcalde sea el candidato más votado. Claro que, para
hacer creíble esta pretensión, el PP tendría que abstenerse en la votación de
investidura de
Susana Díaz en Andalucía, y hasta el momento lo que el jefe de
filas del PP andaluz,
Juan Manuel Moreno Bonilla, nos anuncia es que ellos
votarán 'no' dentro de dos días a esa investidura, colocándose quizá frente a
la posición de Ciudadanos, que previsiblemente se abstendrá -mucho dependerá de
lo que se negocie en estas cuarenta y ocho horas--, y alineándose, en
cambio, con Podemos, que anuncia que también votará en contra. Allá el PP
con lo que hace, pero me parece que su estrategia es equivocada.
No sé, supongo que la señora
Díaz acabará siendo investida y se evitará la catástrofe de unas nuevas
elecciones autonómicas. Pero las contradicciones están ahí, incluyendo tantas
ideas luminosas para reformar la normativa electoral española, ciertamente tan
deficiente; en Italia,
Matteo Renzi ya ha hecho aprobar su propia reforma
electoral, en un sentido que no deberían dejar de estudiar los 'padres de la
patria' españoles. Y en Gran Bretaña, donde en las elecciones de las próximas
horas se juegan tantas cosas, también han puesto ya en tela de juicio su propio
sistema electoral, que algunos comentaristas españoles poco avisados han puesto
en ocasiones como modelo.
Es el caso que los partidos
españoles parecen haber visto la urgencia de reformar -ahora que en esta Legislatura
ya es imposible: no hay tiempo-esa muy mejorable normativa nacional sobre
elecciones. Y cada cual lanza una idea, una ocurrencia, una iniciativa: a veces
son varias, y distintas, en un mismo partido. Si hay una cuestión en la que
habría de ser necesario un consenso sería, precisamente, en esta, en la de esa
reforma electoral, en un sentido más proporcional, más justo para los 'terceros
partidos' y colocando a las formaciones nacionalistas en el lugar que por
lógica les corresponde. Y, de paso, bien podrían limitarse los mandatos
presidenciales, desbloquear las candidaturas...
Claro que todo ello
requeriría ciertas reformas constitucionales, especialmente en lo referente al
papel, circunscripciones y sistema de votación en el Senado, donde urge
entrar a fondo a la hora de los cambios. Si realmente hay, hubiese, voluntad de
reforma, se habría pasado ya a conversar seriamente sobre ella con voluntad de
llegar a acuerdos; ahora, lo que tenemos es un 'a ver quién tira la piedra más
lejos'. Total, como ya no existe en la práctica la posibilidad de ponerse manos
a la obra de aquí a que se disuelvan las cámaras, allá por noviembre, pues
entonces, por lanzar ideas que no quede. ¡Ocurrencia va!
- El blog de Fernando Jáuregui. `Cenáculos y mentideros´