jueves 09 de abril de 2015, 12:46h
El
Partido Popular desaparecerá porque es mucho más fácil destruir un partido que
crearlo. Que se lo pregunten, si no, a Rosa
Díez, inventora de UPyD y responsable máxima de su total descomposición.
Sólo
cuando desaparezca el PP se alzarán voces funerarias y nostálgicas reconociendo
el mérito de José María Aznar, que
consiguió que la derecha llegase al gobierno de España, operación que entonces
parecía utópica cuando no totalmente imposible.
El
PP -y su fundador o refundador- tuvo la habilidad de
aglutinar fuerzas dispares y dispersas en un partido único, disciplinado y
fuerte: allí estaban democristianos, conservadores, liberales, regionalistas y
hasta socialdemócratas, que separadamente no se habían comido un rosco político
hasta entonces.
El
mérito de Mariano Rajoy, a diferencia de su predecesor, consiste en haber
disgustado a todas las familias del partido, aunque hasta ahora éstas callen
por miedo al paro laboral de los disidentes que protesten. Para verificarlo,
ahí tienen si no el caso de Vox, escisión de su ala más derechista, que de la
mano de Santiago Abascal y Ortega Lara, entre otros, vive en la
más absoluta inanidad.
Pero
todo esto, probablemente, va a acabar tan pronto como los resultados de los
próximos comicios municipales y autonómicos, primero, y para las Cortes Generales,
después, conviertan al PP en un partido del montón, con menos poder que un toro
de lidia afeitado.
Entonces,
sí. Entonces, los actuales miembros del partido se reunirán por afinidades
familiares y surgirán tantos grupos políticos como ideologías lo sustentan en
la actualidad.
Que
no se equivoquen, pues, Mariano Rajoy y quienes le rodean en su sanedrín político: ése es un proceso
inexorable que ya se ha vivido en Italia y en otros países muy próximos.
Esto
no quiere decir que las ideas políticas del partido desaparezcan, ni que la
organización no vuelva a surgir bajo unas nuevas siglas; pero quienes
desaparecerán para siempre son los viejos y torpes políticos que la han llevado
a la catástrofe y han contribuido al malestar de muchísimos españoles.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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