¡La que te espera, bonita!
lunes 23 de marzo de 2015, 21:15h
Acabo de plagiar uno de los dichos más celebrados por el
público en la reciente campaña electoral andaluza. Improvisando una sentencia
tan singular, inspirada seguramente en alguna de las muchas consejas que todavía
se escuchan en Castilla, nuestra Vicepresidenta del Gobierno pretendía
desestabilizar con su advertencia la
firmeza demostrada por Susana Díaz. Así se expresaba mi abuela, nacida como
Soraya en los páramos castellanos, cuando alguna muchacha de su entorno
anunciaba su casamiento. "La que te espera, bonita", decía con cierta sorna,
como si fuera capaz de adivinar los sofocos y desdichas que ciertos matrimonios
traen como castigo. Embarcada en bolos mitineros, caliente la boca y afilada la
lengua, aplicándose en la tribuna como si fuera un monologuista más del Club de la Comedia, Soraya no se cubrió
adecuadamente las espaldas. Ahora, visto lo visto, es muy posible que aquello
que pronosticaba a Susana Díaz lo padezca ella en sus propias carnes.
Cerrado el escrutinio en Andalucía, queda demostrado que el
bipartidismo imperfecto que ha gobernado en España más de treinta años,
demonizado por aquellos que pretenden dinamitar el sistema, no es una
consecuencia directa del período constituyente de 1978. Las leyes que
fortalecieron esa modalidad representativa, basada en la alternancia de dos
grandes partidos nacionales, pueden amparar también la existencia de
parlamentos pluripartidistas. Mal está que las dirigencias políticas coloquen a
los suyos en la papeleta electoral y peor aún que duerman el sueño de los
justos las prometidas primarias y las listas abiertas, pero nuestra legislación vigente no ha impedido que las
distintas cámaras legislativas reflejen en cada momento la voluntad de los
electores. Así es nuestra democracia, imperfecta pero sólida, sin apellidos
populistas ni directores espirituales, diseñada para acomodarse a los vaivenes
políticos de la soberanía popular.
No será la primera vez que una asamblea de representantes
acoja una pluralidad tan compleja, ya ocurrió en Cataluña y en el País Vasco, lo que ahora cambia es la
distancia porcentual entre el ganador y los que le siguen a continuación. Ya hemos comprobado cómo se
dispersa el voto y lo sucedido en Andalucía se repetirá muy pronto en todo el
país. Los andaluces han archivado la mayoría absoluta en el pasado, han dejado
a la lista más votada sin diputados suficientes para gobernar en solitario, en
cueros vivos a la oposición del Partido
Popular y muy contentos y satisfechos a los aspirantes recién llegados. Las
nuevas minorías, bautizadas y confirmadas por el pueblo andaluz en un solo
ceremonial, se negarán a figurar como comparsas en los próximos festejos y todos
tendrán que adaptarse a la nueva situación. El futuro de la región, como el de
toda España, dependerá de la estrategia que pongan en marcha las fuerzas
emergentes. Muy pronto veremos cómo se apaña Susana Díaz en su tierra.
La coyuntura se viene modificando por culpa de los efectos
devastadores de la crisis, la insolidaridad manifiesta de los poderes públicos
con los más desfavorecidos, el enquistamiento de corruptos y corruptores en el
entramado institucional y los excesos de
los nacionalismos soberanistas. Lo acontecido en Andalucía se reproducirá,
corregido o aumentado, en toda la Nación y cuando tal cosa llegue, no me
sorprendería que alguien le recordara a Soraya aquello de ¡la que te espera,
bonita!