Hace
solo unos días decía el premiado, veterano y querido actor José Sacristán que
la comedia es tragedia más tiempo. En 'Un
hombre con gafas de pasta' se
cumple exactamente la ley contraria: a saber, que la tragedia es comedia más tiempo. Se
compartan o no ambas afirmaciones, lo cierto es que esta tragicomedia pasó por
La Pensión de las Pulgas, pero ahora se representa en el Off del Teatro Lara y,
por el momento, puede verse todos los lunes de marzo a las 20 h. Con texto y dirección de Jordi
Casanovas, allí
cada día, salen al escenario a
representarla cuatro estupendos actores: JoséLuis Alcobendas es Marcos;Markos
Marín es Óscar;Inge Martín es Aina;yOlga Rodríguez que es Laia.
La
obra se inicia con sonrisas iniciales, que se transforman muchas veces en
abiertas carcajadas, motivadas por la petulancia y la pedantería de Marcos. Así
se desarrolla la primera parte de la obra,
hasta llegar a un punto en que la situación se va tornando en sorpresa, primero,
inquietud después, para terminar en una tragedia de terror neogótico que
provoca cierto encogimiento corporal e, incluso, cierta náusea en función de la
sensibilidad de cada espectador. Alguna
referencia se hace en esa primera mitad a 'Crepúsculo',
esa serie de libros y películas que
parece que han atrapado a muchos jóvenes
lectores y espectadores. Lo que no puede
ni imaginar el espectador es que la referencia iba en serio. Más aún, que se
quedaba corta porque el pedante Marcos parece más hijo del personaje de Stoker,
el conde Drácula.
El
argumento de 'Un hombre con gafas de
pasta' está perfectamente construido
y avanza inexorable y coherentemente hasta desembocar en la venganza final de
quien tiene más agallas y más sentido común, sobre todo si ha sido espoleada
por la estupidez del engreído Marcos. Aina acaba de ser abandonada por su
pareja (Miguel, químico farmacéutico). Dos amigos, Laia y Oscar, que pronto van
a ser padres, se empeñan en sacarla cuanto antes del contratiempo por una doble
vía: que conozca a un tercer amigo -al parecer hombre culto, viajado, interesantísimo,...- que,
además de creerlo personalmente
extraordinario, es también poeta y escritor, y esa circunstancia puede ayudar a
Aina, que también tiene veleidades de
escritora, porque ya tiene guardados en el cajón algunos cuentos. La
oportunidad es aparentemente perfecta e invitan a Marcos a una velada en casa de Aina para que
ambos se conozcan. Están seguros de que encajarán a la primera, pero la timidez
y humildad de la anfitriona chocan frontalmente con la estupidez, el
engreimiento, la imbecilidad y la falsa erudición del poeta invitado. Marcos,
el hombre que lleva sus gafas de pasta
para intentar esconder todo lo que es, busca mucho más y tratará de aprovechar
la fragilidad psicológica de los otros
tres miembros de la velada para chuparles la sangre (en sentido metafórico y
literal).
La
escenografía es próxima y hasta acogedora: sala comedor de una casa, con una
mesa redonda con 4 sillas, sillón negro de piel, aparador con copas y botiquín,
butaca y mesita con teléfono y ordenador, además de unos cuantos libros, entre
ellos 'La montaña mágica' de Thomas Mann y 'El corazón de las tinieblas' de Joseph
Conrad. El escenario queda despejado en el centro, y está rodeado por los cuatro
lados por el público que asiste a la función.
Personajes bombón
Los
cuatro personajes que dominan la escena son verdaderamente fascinantes y los actores que les dan vida sobre el
escenario están soberbios en sus
papeles respectivos. José Luis
Alcobendas dibuja a un extraordinario Marcos, leído y viajado, erudito hasta el extremo de llegar a
ser percibido como un auténtico idiota (más de un nombre del parnaso literario actual he visto
perfectamente retratado en él). Inge
Martín es una primorosa Aina, frágil, humilde, tímida, una mujer próxima a la nada que, poco a poco, se nos va
descubriendo como llena de fuerza y convicción, hasta elevarse a las más altas
cotas de la interpretación. Olga Rodríguez es una Laia embarazada, feliz,
dicharachera y optimista que, poco a poco, y después de descubrir una identidad oculta de su pareja, se diluye
ante la contrariedad que le supone el descubrimiento reciente e inesperado. Y
en el cuarto personaje, Markos Marín
construye a un Óscar abducido por Marcos
del que llega, incluso, a enamorarse.
El
texto de Casanovas -ya lo hemos indicado más arriba- es de un encaje perfecto.
A la ironía fina de la primera parte del montaje, que reúne toda la mala baba
que algún personajillo del mundo literario
ha debido infundir al autor, y que hace las delicias del ilustrado
público teatral, que llena habitualmente la sala, le sucede otro en el que la
tensión entre los personajes va en aumento hasta un memorable final en donde Aina (o Inge Martín,
que tanto monta...) acaba convirtiéndose
en verdadera heroína del duelo planteado por el hombre con gafas de pasta. Una
tragicomedia, en definitiva, con un planteamiento genial, con unos intérpretes
que están a la altura del texto, que hacen pasar al respetable unos 80 minutos
de excelente teatro en donde no hay resquicio para el aburrimiento, ni
posibilidad de echar un ojo al Whatssapp
porque lo que sucede en escena es mucho más entretenido e interesante que las
nimiedades de afuera.
Un
montaje, más que recomendable, aunque no se aconseja la asistencia a quienes se
consideren... -¿Cómo decirlo?-,... espíritus delicados, ni a poetas pedantes que
piensen que "el futuro nos tortura y el pasado nos encadena". Ambos especímenes
pueden caer en la tentación de abandonar la sala antes de que caiga el telón, y
las miradas asesinas del resto de
espectadores los fulminarían entonces a ellos. Si está usted en uno de los dos
grupos, mejor ni se acerque por el Off del Lara. Cámbiese, incluso, de acera.
Serían ganas de pasar un mal rato y de hacérselo pasar a los demás. El que
avisa no es traidor.