Que
alguien como
Ángel Gabilondo tenga el valor de lanzarse -que creo que lo
hará- al ruedo de la política desde las altas instancias académicas y de la
sociedad civil, me parece algo digno de elogio. Gabilondo no gusta a algunos,
que le achacan falta de carisma; no estoy seguro de tal carencia, pero el
tiempo lo demostrará. Es, en todo caso, y pude comprobarlo este martes en uno
de esos desayunos multitudinarios, en torno esta vez al presidente de la Cope, a quien Gabilondo
presentaba, una opción con visos de futuro, mucho mejor, lo digo para que nadie
me acuse de ambigüedades, que el hombre al que confío que sustituirá.
Quiero
lo mejor para España y, por tanto, para Madrid. La política que se hace en la Villa y Corte es un reflejo
-bastante pobre, por cierto, y me refiero a todos los partidos- de la de toda
España. Hay que enriquecerla. Y conste que nada tengo contra los candidatos que
se perfilan para la presidencia de la Comunidad, tanto en el PSOE como en los demás
partidos, que, excepción hecha de UPyD, aún no han designado a la persona, lo
que ya va siendo tardanza excesiva. Me considero amigo personal de
Pedro Zerolo
y aprecio las virtudes de
Amparo Valcarce, en el campo del socialismo, y, sin
embargo, sigo pensando que Gabilondo sería la solución más de consenso: otra
cosa tendría el aroma de estar inducida por los rencores, que ya se sabe que,
en política, existen enemigos, enemigos a muerte y correligionarios.
Decía
que quiero lo mejor para mi país, para mi Comunidad, para mi ciudad y para el
concepto de la política. No podemos fallar, ni siquiera desde los medios cuando
reflejamos situaciones, a la hora de intentar dignificar una coyuntura que
empieza a provocar algo de sonrojo, porque llueve sobre mojado. Y lo mejor para
mi país es la competencia entre varios partidos, no un régimen de monopartido,
que es lo que empieza a delinearse y lo que permite a
Mariano Rajoy mantener
esos silencios que, parece, le son tan rentables: todo el mundo habla de los
candidatos del PP... sin que existan aún tales candidatos/as. Y los demás,
mientras, a garrotazo limpio.
Yo
creo que habrá un 'efecto Gabilondo', como aún creo que habrá un 'efecto Pedro
Sánchez', que no, no se ha desinflado como algunos -ya digo: lo de los
enemigos, enemigos a muerte...-dicen o quieren, vaya usted a saber por qué.
Como existe un 'efecto Carmona' para la alcaldía madrileña, una batalla en la
que aún faltan muchos nombres, como digo. Y lo de menos es que ese 'efecto
Gabilondo' redunde o no en beneficio de los resultados que pueda obtener el
PSOE. Creo que ese efecto, en su parte más principal, será el de serenar los
ánimos, introducir un lenguaje nuevo en el emponzoñado panorama político
nacional, templar algo las tempestades en vasos de agua.
Dicen
que su famosísimo -y por mí apreciadísimo-hermano desaconseja a Ángel Gabilondo
que dé el salto a la política. Será por cariño personal. Pero tuve este martes
la oportunidad de decirle -a Angel, no a Iñaki- que no haga caso a su hermano. Y
es que muchas veces hay valores superiores al propio bienestar y a la íntima
tranquilidad. No son tiempos, me parece, para permanecer en casa sin
involucrarse, cuando existe la oportunidad, en el bien de los ciudadanos.
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