miércoles 11 de febrero de 2015, 08:12h
En los últimos días estamos asistiendo a una gran actividad
diplomática de los gobiernos de los principales países europeos para alcanzar
una solución a la grave crisis de Ucrania. Habría que hablar claro y decir las
cosas por su nombre: la guerra civil en el este de Ucrania, principalmente en
la región de Donetsk y Lugansk, entre el Ejército leal al Gobierno de Kiev y
las milicias prorrusas alimentadas con efectivos, dinero y armamento por el
Gobierno de Moscú. Después de tres años
y miles de muertos, los máximos dirigentes en persona se han puesto manos a la
obra e intentan rematar lo que sus diplomáticos y expertos han negociado
durante meses en la sombra.
La canciller alemana, Angela Merkel, y el
presidente francés, Francois Hollande protagonizan una iniciativa en toda regla
con un plan de paz que han presentado en Kiev, en Moscú y en Washington. La
culminación debe llegar en Minsk, la capital de Bielorrusia donde hace meses se
firmó un alto el fuego que supuso un espejismo y que sirvió para que los contendientes
se reagruparan y reorganizaran las fuerzas. Entre tanto, los civiles de los
pueblos afectados sufren las consecuencias de la destrucción de sus casas, de
su forma de vida, de sus familias, de todo lo que ha sido su vida durante años
y malviven entre escombros, hambre, frío y miseria. La peor, la de los seres
humanos que han dado rienda suelta a sus más perversas ambiciones personales.
Todos, y casi todo, apuntan al presidente ruso, Vladimir Putin, como instigador
y responsable de una escalada de violencia que utiliza para intentar recuperar
el peso de Rusia como superpotencia en el mundo.
La guerra fría desatada entre
Moscú y Washington por Ucrania, que pone
los muertos y las penurias, amenaza con subir niveles mucho más delicados
cuando entre sectores norteamericanos se lanza la idea de armar al Ejército
ucraniano para contrarrestar el apoyo ruso a las milicias sublevadas con 1.500
efectivos fuertemente armados. Moscú está casi asfixiada económicamente por la
caída del precio del petróleo provocada por Estados Unidos y Arabia Saudí,
aunque por distintas razones, pero la reacción de Putin es imprevisible. Los
gobiernos vecinos, como los Bálticos, ruegan que se pare a Putin en Ucrania
porque ellos pueden ser los siguientes. ¿Cómo hacerlo? La diplomacia está en
juego antes de una guerra generalizada de incalculables consecuencias.
Periodista. Director de 'Atalayar, entre dos orillas'. Colaborador en diversos medios como Punto Radio, Onda Cero, COPE, El Independiente y Colpisa. Colaboro en COPE, Colpisa, TVE, RNE y Diariocritico. Es autor de libros como 'Casco azul soldado español' o 'Misión: Líbano'. También fue director de los estudios 'Cómo informar sobre infancia y violencia' y 'Cómo informar sobre violencia contra la mujer en las relaciones de pareja' en colaboración con el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
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