'La piedra oscura', de Alberto Conejero, o la reivindicación de la memoria personal y colectiva
viernes 30 de enero de 2015, 17:37h
En una habitación de un hospital militar dos hombres permanecen
ensimismados, absortos, ausentes. Uno está sobre una cama mientras que
el otro, vestido de soldado y con el fusil a mano, vigila en el otro
extremo de la habitación. Ambos esperan a los espectadores que, poco a
poco, van llenando la Sala de la Princesa, del Centro Dramático
Nacional (CDN), hermana pequeña del teatro María Guerrero.
Suena un cercano rumor de olas que, prácticamente, no deja de escucharse durante los 70 minutos que dura la representación de 'La piedra oscura', de Alberto Conejero (Jaén, 1978), que dirige el argentino Pablo Messiez (Buenos Aires, 1974), y que está interpretada por dos únicos personajes: Daniel Grao (espléndido en el papel de Rafael Rodríguez Rapún) y Nacho Sánchez (el joven soldado que lo custodia, Sebastián, también estupendo en su papel). El montaje está coproducido por La Zona y el CDN y permanece en esta sala desde el 14 de enero al 22 de febrero.
El director no da ni un segundo de tregua al espectador y la emoción inunda la sala desde el principio. De sopetón, los acordes del pasodoble de Jacinto Guerrero 'Soldadito español' (1927), resuenan en el escenario y en toda la sala mientras que el soldado, Sebastián, simula acompañar a la banda con unos platillos en la mano, con los ojos permanentemente cerrados y con gran energía. Cuando deja de sonar, la realidad de una habitación de hospital, con un prisionero dentro, Rafael, se impone poco a poco. El encuentro se produce al lado de la playa de Santander donde Rafael vive sus últimas horas antes de ser fusilado, y Sebastián permanece allí como vigilante. Entre uno y otro, a través de la palabra, de una conversación casi imposible al principio y, poco a poco, respetuosa, cercana, para convertirse al fin en íntima entre ambos personajes, se crea una relación personal profunda, entre dos seres humanos que el destino ha unido en una situación tan dramática como conmovedora.
Las dos Españas
El autor de la obra, Alberto Conejero, ha declarado públicamente que, aunque 'La piedra oscura' es una ficción, tiene detrás una labor de investigación profunda que le llevó a contactar incluso con los familiares de Rodríguez Rapún para fabular sobre las últimas horas de la vida de un personaje real que merecía pasar a la historia más allá de haber sido el último amor de Federico García Lorca. Aunque ficción, pues, el relato es verosímil, pero eso al teatro le importa poco.
Precisamente Lorca iba a escribir una obra con el mismo título que ahora ha rescatado Conejero para la suya, en claro homenaje al poeta granadino y universal, 'La piedra oscura'. Esa obra de Lorca no se sabe muy bien si acabó perdiéndose o el poeta nunca llegó a escribirla. El hecho objetivo es que solo se conocen los personajes y los momentos iniciales, y en ella Lorca iba a abordar el tema de la homofobia. Un tema, por cierto, que no tiene nada que ver con el que se trata en la obra de Conejero, en donde el tema principal es la memoria colectiva, la importancia de no dejar apagarse esa memoria y de la palabra como vehículo principal para evitarlo. La transmisión de los hechos, de los sentimientos, de los sueños, generación tras generación, a través del legado del relato de abuelos a padres, de estos a sus hijos, y de aquellos a los suyos...
En 'La piedra oscura', dos hombres se encuentran frente a frente. Su concepción de la vida es muy distinta, incluso antitética. Al principio, uno de ellos, Sebastián, el soldado, tiene un miedo atroz, indefinido pero cierto, a hablar con el prisionero, Rafael, quien, sin embargo, necesita expresar quién es, qué hace allí, qué relación tiene con su familia y con su amigo Federico García Lorca. Pero, poco a poco, ese miedo se pierde y, a través del diálogo, de la comunicación entre ambos, salen a la luz sus miedos, sus culpas, sus anhelos, hasta el punto de cambiar radicalmente su relación, ahora mucho más íntima, personal, y juntos llegan a confiar, a llorar y a fundirse en un abrazo final. El abrazo de las dos Españas que solo han podido superar sus aparentes diferencias insalvables a través del diálogo.
Y, por último, un hecho que sorprende nada más entrar a la sala, pero que cobra todo su significado a medida que transcurre la obra. Todas las butacas de la sala de la Princesa (68 en total), están cubiertas por unas camisas blancas con rastros de heridas y sangre, como la que lleva el prisionero Rafael, para, de manera simbólica, dar cabida en el teatro a los muertos de guerra, y que los espectadores puedan así también ponerse en lugar de los familiares de los fallecidos de ambos bandos.
'La piedra oscura' es un texto tan íntimo como sorprendente, tan estremecedor como hermoso, tan humano y tan sincero como necesario, y el montaje que Pablo Messiez (cocinero antes que fraile, actor antes de ser director), acertado, contenido y profundo, que ha enriquecido más aún gracias a la afortunada elección de estos dos inmensos actores, Daniel Grao y Nacho Sánchez, que dan toda una lección de interpretación, y a los que el público, puesto en pie, premió con una larga ovación.
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
|
|
|
|