Contra la corrupción, contra la impunidad
viernes 30 de enero de 2015, 10:20h
La
vida política española está aquejada de un gran cáncer que la está devorando:
la corrupción en determinados estamentos e instituciones. En demasiadas
ocasiones, hemos contemplado con estupor como los medios de comunicación se
hacían eco de un escándalo tras otro, de una imputación tras otra. Sin embargo,
los partidos políticos, en líneas generales, no hemos sabido dar la talla ante
estos hechos.
La
respuesta de los partidos a los casos de corrupción ha venido siendo lenta y,
sobre todo, estéril. El socorrido "y tú más" ocupaba siempre un párrafo
destacado en la defensa de la 'corrupción propia', mientras se afeaba a los
demás la existencia de corruptos en sus filas. Eso, cuando no se declaraciones
solidarias o exculpatorias para con los acusados de corrupción. No hay nada más
patético que ver a un portavoz político intentando justificar lo
injustificable.
Por
todo ello, los ciudadanos han mostrado su hartazgo en forma de desafección de
la política. Lógico. Además, la prolongación en el tiempo, durante lustros
incluso, de los procesos de investigación judicial de los escándalos de
corrupción extienden entre la ciudadanía una sensación de impunidad. Los
escándalos se suceden. Las noticias se multiplican, pero nadie resulta
condenado. Más hartazgo y más desafección.
Con
todo, la solución está en nuestra mano. No es momento de pactos o brindis al
sol. Es el momento de coger el toro por los cuernos y combatir la corrupción
caiga quien caiga. Si cada uno fuésemos implacables con la corrupción, más si
cabe en la condena y rechazo de las conductas presuntamente delictivas
cometidas por compañeros de partido, habríamos dado ya un gran paso adelante.
Si
de verdad se quiere combatir la corrupción, no hacen falta pactos, ni nuevas
leyes. Hace falta cumplir con el ordenamiento jurídico que ya existe, dotando a
los jueces y fiscales de los medios precisos para llevar adelante sus
investigaciones con rapidez y eficacia. Cuando la delincuencia de cuello blanco
se sofistica, los jueces necesitan de más peritos forenses que arrojen luz
sobre las tupidas marañas que tejen los corruptos para encubrir sus crímenes.
Junto
a ello, luz y taquígrafos. Quien no tiene nada que ocultar, no tiene nada que
temer a ser investigado. Por ello, si los ciudadanos me otorgan su confianza en
las próximas elecciones, implantaremos en el Ayuntamiento de Madrid una Oficina
Anti corrupción, dirigida por un magistrado en excedencia, que se encargará de
investigar y analizar las posibles corruptelas y relaciones que existan entre
los responsables políticos y los contratistas públicos. No se trata de
menospreciar la labor de los interventores, en absoluto. Se trata de
complementar su trabajo. Donde no puede llegar la investigación de la
Intervención General, porque no es su cometido, debe llegar la lupa de esta
Oficina Antifraude: ¿Cómo puede conocer un interventor si la empresa del
hermano de un concejal es, curiosamente, el gran beneficiario de los contratos
de un determinado Ayuntamiento?. Sólo es posible si se investiga. Y eso es lo
que implantaremos en el Ayuntamiento: las herramientas más eficaces posibles
para conseguir que Madrid deje de ser el nido de la Gürtel, de la Púnica, de
los sobres B, del compadreo entre malos empresarios y peores políticos.
Hace
muchos años, mi padre me enseñó a matricularme en la asignatura de la Honradez,
y pienso seguir sacando sobresaliente, curso tras curso.