España no es Grecia.
Afortunadamente. Grecia es un país, admitámoslo por mucho que la queramos, con
un sistema fiscal imposible -e injusto-, con unos horarios laborales
devastadores, con una disciplina económica simplemente ruinosa. Pensar que los
resultados electorales helenos pueden ser equiparables a los que se logren en
España -en esta España desarrollada, acostumbrada a sufrir- dentro de
algunos meses, es, sin más, erróneo. Pero también peligroso. El intento de equiparar
lo que ha ocurrido y ocurre en Grecia con lo que está ocurriendo aquí y ahora
en nuestro país, resulta devastador, y cualquiera que conozca mínimamente la
situación, y hasta la historia, de los helenos -llamémoslos así, por
simplificar-, habrá de reconocerlo.
Ni Syriza equivale
automáticamente a Podemos -por más que, en una ejercicio de reduccionismo
que a él le perjudica,
Pablo Iglesias haya intentado la equivalencia--, ni el
PASOK tiene nada que ver -afortunadamente para el PSOE-con el
socialismo hispano, ni Nueva Democracia se podía comparar milimétricamente con el
Partido Popular, pese al errado, y generoso, intento de
Mariano Rajoy de
situarse cerca de
Antoni Samaras. Ni, menos mal, existe en España una
ultraderecha fascista como la que padecen los griegos con esa lamentable Aurora
Dorada. Ni...
Grecia, en fin, repetimos,
nada tiene que ver con España, excepto en la miopía de algunos dirigentes
políticos empeñados en inventar paralelismos que no son entre dos países con
magnitudes económicas, sociales y hasta morales, muy diferentes. En España
existe, junto a una gran formación conservadora, que ayer clausuraba una
convención en la que se evidenciaba su importancia, un partido socialista
inmerso, sí, en tensiones de crecimiento, pero solamente en eso, por más que la
lucha partidaria quiera ahora sacar ventaja de los muchos puntos 'naif'
en los que el PSOE se ha embarcado sin ton ni son. Podemos, por su parte, tiene
muchas más dudas que Syriza, que gana de largo a sus 'correligionarios'
-ni siquiera eso es cierto-- españoles en experiencia y concreción de
programa. Y aquí no hay auroras doradas ni similares, y sí, en cambio, unos
partidos nacionalistas que reclaman protagonismo, derechos, respeto y atención.
España es, por otro lado, un
país que se ha dotado de una bastante sólida infraestructura administrativa,
judicial, fiscal y empresarial, cualidades todas de las que las sociedades
estatal y civil griegas carecen lamentablemente.
Que nos perdonen los
interesados en comparar peras con manzanas: unos resultados electorales en España
no coincidirían con los griegos de este domingo ni remotamente. Como dice la canción
de Serrat sobre los piratas, "ni ellos ni la censura lo podrían permitir".
Faltaría más.
Adios, Syriza, adiós.
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