viernes 23 de enero de 2015, 10:45h
Si no nos
jugáramos tanto, si no pesara sobre esta sociedad maltrecha el drama de un paro
lacerante, de una juventud sin esperanzas y de una pobreza que arroja cifras ya
demasiado alejadas de la media europea, si todo esto no ocurriese, hasta nos
podríamos permitir una cierta sonrisa que estaría entre el desdén y la ironía
ante cuanto ocurre en los partidos políticos de viejo y nuevo cuño incapaces de
sostenerse cuando lo único que se puede pedir al personal es sacrificio, sudor
y esfuerzo.
La vida política,
tanto esa que se distancia de la realidad cotidiana como la que pretende
cambiarlo todo por algo nuevo que no se sabe muy bien qué va a ser, se agita
convulsa estos días que recuerdan mucho
-mal que les pese a los de Podemos- a aquellos tiempos de la transición tan
llenos de cenáculos, conspiraciones de salón, traiciones, rumores y
comprensibles apasionamientos. Luego llegó ese consenso que hoy no sólo no
aprecian quienes no lo vivieron sino que lo humillan y hasta lo acusan de
componenda poco menos que clasista, cuando tanta gente luchó, sufrió y hasta
murió para que este país creciera de una vez con ciertas garantías la
convivencia en paz y la tan olvidada libertad.
Pero a lo que
vamos: en el PSOE todos van agachados porque los cuchillos vuelan por sus
sedes; en el PP ya no saben si Bárcenas va a reclamar su despacho en Génova o
se va a conformar con la indemnización en diferido; los últimos románticos de
IU solo quieren que su orquesta -ya un pequeños conjunto desafinado- siga
tocando según la manida metáfora del Titánic; CIU está en lo suyo y el problema
es que lo suyo es sólo lo suyo y no lo de todos los catalanes y el PNV , sin
hacer demasiado ruido, mira a Bildu pero Bildu, ay, mira a Podemos con más
temor que posibilidades. ¿Y a quién mira Podemos? Pues Podemos mira con un ojo a Grecia y con el
otro a La Moncloa porque el experimento griego va demasiado rápido y en España
La Moncloa aun puede esperar y dependerá en gran parte de lo que haga Syriza en
Europa y Europa con Syriza, si es que gana el partido de Tsipras. Pero mientras
mira a un lado y al otro de su éxito, Podemos se siente víctima de una campaña
de persecución de todos contra él. Claro ¿Y qué creía?
Cuando uno entra
en política, denuncia a diestra y siniestra y alcanza unos resultados que no los esperaba nadie, naturalmente que
empieza a ser tratado de la misma forma que el resto de lo que ellos llaman
"casta". Y claro que se mira con lupa cada cosa que hacen y dicen, con la misma
lupa que ellos miran a los otros partidos y con la que los otros partidos se
miraban entre si antes de la aparición de Podemos. Es la política, profesores,
y en la era de las comunicaciones que tan bien han manejado, es lógico que la
competencia saque a la luz cosas de que las que tal vez ahora se arrepienten
porque ya no están en esa lucha o porque esas cosas no son ahora políticamente
interesantes para sus pretensiones. Y salen las facturas, las empresas, las
amistades peligrosas y hasta un profesor Monedero con los brazos en jarras
diciendo -en Venezuela, claro- que Chávez se había adelantado veinte años a sus
propuestas. Pues si con Podemos en el gobierno dentro de veinte años vamos a
estar como ahora está Venezuela, casi mejor nos quedamos.
Se avecinan tiempos
raros para una España que nunca había vivido algo así. Ni en los momentos más
difíciles del PSOE habían estado las
cosas tan mal, ni en la UCD en plena descomposición, había tanto desconcierto
como ahora en el PP. Y Podemos. Si al menos nos hubiera pillado todo esto con
una economía saneada...