Ocurre en todas las familias (en la suya, en la mía...),
pero todos creemos que nuestra historia es excepcionalmente singular. No es
así. Los dramas cotidianos discurren como un río en la meseta: suaves, lentos,
pero inexorables porque, lo quieran o no, van a dar a la mar, como dijo el
poeta. Algo parecido ocurre en este 'Otoño en familia' que la compañía Martes
Teatro viene representando todos los sábados, desde hace ya algunas semanas, en
su sede de la calle Moratines. La historia es muy simple: tres
hermanas, de carácter muy distinto, se
reúnen en la casa de su madre por una circunstancia dramática y excepcional, la espera de la
muerte de su padre, que está afectado por una grave e irreversible enfermedad. Es otoño, el suave sol de la
tarde inunda de luz el jardín de la familia y allí, entre copitas de vino y sorbo y sorbo de café, van
desvelándose las personalidades de las tres hermanas y su madre. Lo importante
aquí, como en la vida, no es lo aparente sino lo profundo, lo que está dentro
de cada uno de los personajes (es decir, de nosotros mismos), lo que de
verdad se esconde tras la apariencia.
El dolor, la desesperanza, la sinrazón, las
diferencias en la forma de contemplar la
vida, el retorno a la infancia, como único y verdadero paraíso personal,
aparecen aquí plasmados con la sencillez y la luz de quien sabe ver lo verdaderamente
importante de una vida que, a pesar de todo, merece la pena ser vivida. Manuel Galiana dirige el
montaje. Ya le rondaba la idea de
rescatar la versión de la obra del británico James Saunders que, en su día, descubrió su amigo y colega
Adolfo Marsillach,
precisamente sentado a la mesa de un café parisino.
El mismo Marsillach explicaba así esta circunstancia
en el programa de mano de la obra que -no sin denodado esfuerzo-, logró llevar
a las tablas, y con Carmen
de la Maza en cabecera de cartel: "El año 1988 estaba yo en París derribado
sobre una silla de un café de St. Germain des Prés leyendo la cartelera teatral
de algún periódico, cuando descubrí que en el Théàtre La Bruyère representaban
una obra de James Saunders, 'Fall',
traducida al francés como 'Ce que voit Fox'. Apuré el calvados que había
pedido en honor del comisario Maigret, y me fui a verla. El Teatro La Bruyère
está en la calle del mismo nombre y es un local tristón tirando a sombrío. No
me dejé impresionar por el ambiente.
'Fall' ('Otoño'), me fascinó.
Recuerda -y no hay que arrepentirse de la coincidencia- a 'Las tres hermanas' de Chejov:
igual desesperanza, la misma minuciosidad dolorosa, idéntico humor lúcido y
herido... Una crítica -femenina- inglesa dijo: 'Estoy segura de que muchas gentes
que, como yo, no saben cuál es su puesto en la sociedad de hoy, tampoco saben
quiénes son y qué vida deberían llevar'".
Pues ya ven, aquel 'Fall' en versión original, pasó a ser 'Ce que voit Fox' y a 'Otoño en familia' en esta versión de Marsillach
que ahora rescata Martes Teatro. En el reparto, por orden de
intervención, figuran el propio Manuel Galiana, como Narrador; Alexia
Lorrio, en el papel de Ana;Myriam
Gas dando vida a Elena; Pilar Ávila en Cati y, por último, María José Álamo como la Madre. Tanto vestuario como atrezzo vienen
firmados por la propia compañía, MartesTeatro,
que también logra una escenografía más que creíble con ese jardín trasero de una casa modesta
pero digna, en la que una mesa, unas sillas y un frondoso jardín lleno de
encanto y al que vienen a refugiarse
algunos pajarillos, es el marco idílico para
encajar un drama en el que no hay sangre, ni violencia física, ni abusos
de un tirano (salvo que ese tirano sea el mismo tiempo...), pero en donde los
secretos, los pensamientos más recónditos, los sinsabores, las rencillas, las
pequeñas y grandes envidias y hasta el adulterio tienen un espacio en sus
vidas.
Un drama íntimo, de cuatro paredes, cotidiano y de un
discurrir lento, como si el tiempo se
hubiera detenido, al modo de las obras de
Antón Pavlovich Chéjov, una de las figuras más
destacadas del teatro escrito en ruso (que,
por cierto, no es ruso sino ucraniano, ya que nació en Taganrog (Ucrania)):'Tío Vania' (1899), 'El
jardín de los cerezos'
(1904). Y, sobre todo, 'Las tres hermanas' (1901), que ya
citaba Marsillach).
En 'Otoño en familia', Manuel Galiana
comienza dando la bienvenida a los
espectadores y, suavemente, casi sin solución de continuidad, adopta su papel
de narrador de lo que el espectador va a encontrar sobre el escenario y va haciendo de enlace
entre uno y otro personaje con la naturalidad y la proximidad que le han
hecho acreedor a ser uno de los actores
más importantes del teatro español de los
últimos 50 años.
Pero las actrices que hay sobre el
escenario han cogido estupendamente la
senda marcada por su maestro y director porque
en todo momento gesticulan, se mueven o proyectan su voz con la
precisión adecuada. No en vano, Galiana aprovecha también la función para
anotar -entre intervención e intervención-, y sobre un cuaderno de tapa dura,
pequeñas apreciaciones que siempre quedan por pulir, para perfeccionar más aún,
y si cabe, la siguiente función. Una verdadera maravilla la de observar al
maestro que, otra vez humilde, deja el protagonismo a todas sus actrices a la
hora de recoger el aplauso del público.
Un público, por cierto, mayoritariamente femenino el día que acudí a ver una
función verdaderamente recomendable para
todos los amantes del teatro. Acaso porque ellas saben ver mejor que "las
hojas del otoño seguirán cayendo todos los noviembres y las familias -también
todas- las mirarán caer desconcertadas", como terminaba diciendo Marsillach en
su presentación. Yo que usted, amigo, tampoco me la perdería: acabará sabiendo
mucho más sobre ellas.