Una vez más, Don Felipe de
Borbón estuvo impecable. NI un fallo, nada que objetar a su primer mensaje
navideño como Rey a los españoles. Pero, una vez más, debo decir, para evitar
caer en el exclusivo elogio, que el jefe del Estado me dejó con la sensación de
que debería haber ido algo más lejos, jugarse algo más el tipo. Carece Don Felipe
de la ambición por los titulares, su prudencia sobrepasa con exceso a sus ganas
de innovar, que me consta que las tiene.
Vaya por delante que mi
opinión, como monárquico, pero, sobre todo, como español y como periodista que
ha escuchado todos y cada uno de los mensajes del Rey en Navidad, es que Felipe
de Borbón es ya un gran Monarca. Demócrata, culto, trabajador hasta la
extenuación. Le faltan los impulsos a veces geniales de su padre, pero tiene
más fuerza que Juan Carlos I y mayor credibilidad. Uno tiende a creerse su alegato tremendo contra la
corrupción, pero también lamenta uno que no haya habido una alusión, siquiera
de pasada, a su hermana Cristina, que ha hecho otro flaco favor a la Corona no
apresurándose a renunciar a sus derechos dinásticos, a los que ya, me parece,
no tiene derecho, valga la redundancia. Uno defiende la Constitución, pero también
su reforma, para que perviva, y sobre esto el Rey no pronunció ni una sola
palabra: no quiso entrometerse en el que es el mayor foco de discrepancias
entre los dos partidos nacionales mayoritarios.
Sobre Cataluña hubo palabras
sensatas, pero no atisbos de soluciones; no le corresponde al Rey, que reina
pero no gobierna, ofrecerlas. Habrá de ser Mariano Rajoy, en su comparecencia
ante los medios el viernes, quien, en su caso, vaya algo más lejos, cosa que,
personalmente, dudo que haga.
Aprecié un matiz de
diferencia, al hablar de economía, con el triunfalismo y la euforia que
muestran Rajoy y los ministros económicos. El Rey, también es su papel, se
acordó de los que más sufren, que no son pocos. En eso, siguió la línea de su
padre -el discurso tampoco incorporó muchas novedades formales, ni de fondo,
con respecto a los de Juan Carlos I--, aunque ya digo que Don Felipe, con su
trayectoria ejemplar, es más creíble cuando pide regeneración de la vida
pública.
Me quedé, en suma, con la
sensación de que me hubiese gustado algo más. Pero ni siquiera soy capaz de
precisar qué es ese 'algo más' que yo esperaba. Me sigue envolviendo, me temo,
el sonido de las bellas, altruistas, palabras, que hablan de que somos -y lo
somos-una gran nación. Lo que pasa es que tenemos aún que convencernos de ello.
fjauregui@diariocritico.com