Dijo
Germán Copini que no corren buenos
tiempos para la lírica. Ni para la danza, podría añadir Daniel Abreu (La Matanza del Acentejo, Tenerife, 1976), coreógrafo y
bailarín, y eso que acababa de conocer
hacía solo unos días que era el reciente Premio Nacional de Danza 2014 en la modalidad de creación. Un tan inesperado como justo colofón a un
trabajo que se había iniciado en solitario en 2003 con 'Espera',
y que al año siguiente continuaba con la creación de su propia compañía.
El sábado pasado, 20 de diciembre, el artista rescató una
de sus coreografías más celebradas, 'Perro', con la que se cerraba una serie de cuatro espectáculos con los que la Compañía
Daniel Abreu celebraba su 10º aniversario en Cuarta Pared, sala que acoge en
residencia a la compañía desde el año 2013.
La sala del número 17 de la calle Ercilla quería así dar
carta de reconocimiento a un arte tan sublime como sutil, tan esforzado
como ciego, tan difícil como heroico. Y
todo eso en un país, en una sociedad, que prima a un futbolista frente a un
bailarín; o a un papanatas que ha sabido
airear en TV su escándalo, frente a un actor consagrado, a un escritor
original, a un científico de prestigio, o a un ebanista de primera. Como diría el maestro: ¡no es
esto, no es esto...!
Pero aún en un panorama cultural tan funesto como el
nuestro, existen artistas -Abreu es uno de ellos, sin duda- que son el norte de
una sociedad que todavía puede cambiar,
que todavía está tiempo de tomar
conciencia de que lo único que realmente merece la pena en esta vida es la
belleza, la alegría, la creatividad. El camino que Daniel ha escogido para alcanzar ese estadio es el del baile
contemporáneo como instrumento personal de contar historias humanas y
cotidianas de la sociedad actual, mediante la danza. Y eso es, en definitiva, lo que hace que un creador
autodidacta, perfeccionista e incansable como es Daniel Abreu lleve ya diez
años empeñado en seguir sobreviviendo y
creando belleza a partir del cuerpo en movimiento acompasado y armónico.
De todo eso y de mucho más está lleno 'Perro'. En una sala 'Cuarta Pared'
totalmente abarrotada en sus 172 asientos, un público expectante, respetuoso, entregado, hizo
inmediatamente el silencio cuando vio aparecer desde un lateral del escenario a
Daniel Abreu, que dio tres pasos y se situó hierático, serio, concentrado,
mirando frente a frente al público. Con pantalones oscuros, camisa blanca y una
corbata perfectamente anudada al cuello, su mano derecha hizo interminables pasadas por su cara y cuando
la abandonaba, una sonrisa, una mueca,
un rictus de amargura, de felicidad, de picardía, de dolor, de placer... se desvelaba, al tiempo que
esa misma mano derecha ordenaba una nueva e inesperada postura al brazo
izquierdo. Y así, 8, 10 minutos para comenzar la primera parte de su
coreografía 'Perro'.
El cuerpo lo dice todo
Partiendo del referente de la danza clásica, Abreu
utiliza el cuerpo con su máxima expresividad (unas veces, con ayuda de la
música y otras, sin ella) y moviéndose a través de todos los recursos del
espacio hasta lograr que el espectador
sea capaz de moverse también con él, con la imaginación, y la fuerza que
le da la historia que contempla.
Una de esas coreografías que forman parte del espectáculo
de Abreu, y que da título al mismo, 'Perro', de bellísima concepción, factura y
ejecución, con el bailarín y coreógrafo,
completamente desnudo, iluminado desde el lateral derecho del escenario por una
potente luz, que refleja su figura en la pared izquierda, se mueve con una fuerza
y una expresividad tal, que al espectador se le olvida que quien ejecuta esos
movimientos es una persona y no un perro. Ahora entendemos lo que el mismo
Abreu escribe en el dossier de presentación de su espectáculo de danza: "El
cuerpo, es el único instrumento visible o por lo menos previsible. Lo que se
dice antes o después no tiene mucho sentido, quizás el entretenimiento".
Inaudito, pero no había sonado ni un solo móvil
(habría que añadir una nueva figura en
el Código Penal para sancionar a quienes no
apaguen sus móviles durante un espectáculo, una conferencia o un oficio
religioso; ¡qué falta de respeto a los demás, por Dios!), ni un atisbo de
inquietud, de incomodidad, de nerviosismo o hastío entre el público en los instantes de silencio que necesariamente tenía
que mediar entre coreografía y coreografía. Un público 10 el que se concentró
el sábado 20 en 'Cuarta Pared' para disfrutar y admirar a un artista 10, Daniel
Abreu.