Sabe
Esperanza Aguirre de la importancia de dar un paso adelante en este momento. Sabe que su mensaje hará mella navideña en la cabeza de
Rajoy y de Génova justo en el momento oportuno, el periodo en el que el Presidente del PP habrá de incubar los nombres que designe su "dedo divino" para encabezar la batalla por retener la "irrenunciable" plaza madrileña.
La Presidenta y el Presidente coinciden en el corazón y en la cabeza, me temo. La una porque está convencida de que si Rajoy actúa de corazón no contará con ella, que es lo mismo que la marca su propio "cuore". Pero si "el pragmático Rajoy" quiere ganar la partida abierta en canal en el Ayuntamiento de Madrid, tendrá que darle la razón y designarla candidata por ser la mejor colocada, en cuyo caso triunfaría la cabeza, la de ambos también. Aunque Aguirre anunció en su renuncia que no tenía marcha atrás, por haber cruzado el rubicón, y que siempre pensó que la política era una actividad temporal, sabe que la cabeza -en política- puede mover incluso las voluntades más enfrentadas y asentadas, incluida la de Mariano, como ella llama al Presidente.
Y a eso juega, arriesgando de forma coherente el movimiento de sus fichas porque el tiempo para decidir se agota. Pero sabemos que la presión política no gusta a Rajoy. Cuando Aguirre se postula lo hace de forma meditada y consciente, sabedora de que solo iniciando una campaña tan agresiva como respaldada por su partido podrá hacer frente al resto de formaciones políticas. Aguirre solo podría ser alcaldesa con mayoría absoluta, pero esa posibilidad no la contempla ni
Pedro Arriola en sus mejores perspectivas y con su mejor candidato/a que no es precisamente la expresidenta autonómica. Por este motivo, él y otros, aconsejan a Rajoy que piense en un candidato de consenso fácil a la hora de poder pactar sin que le duelan muchas prendas, y esa, le dicen al oído, no es Esperanza.
División socialistaEn Callao, sede del PSM, han saltado en paralelo todas las alarmas por si finalmente el movimiento de pieza de Aguirre la convirtiera en contrincante de
Carmona. De un lado, quienes aplaudían de manera ostensible su designación por considerarla las más vulnerable se frotaban las manos; los otros, los de las encuestas y pies en el suelo, advertían del riesgo del retorno del azote socialista por excelencia. No es enemigo deseable, aunque sea asequible según para quién.
Y en Génova se activa el protocolo de la cautela y la prudencia que además obliga a las otras candidatas cuyos nombres están sobre la mesa, incluso a su pesar, a dar un paso atrás a la espera de tiempos mejores. Mientras Aguirre esté en el ojo del huracán, menor riesgo mediático para el resto de aspirantes populares. Total ¿para qué? si al final será Rajoy quién diga la última palabra y ésa solo la conoce él. ¿O no?
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Opinión de Fernando Jáuregui (Diariocrítico): Una incoherencia llamada Esperanza Aguirre