El tema de las coaliciones
lunes 22 de diciembre de 2014, 08:13h
Propiciar
o rechazar coaliciones se ha convertido en un tema recurrente de los analistas
políticos cara a un futuro cercano. El tema viene de la creencia muy verosímil
de observadores nacionales e internacionales de la dificultad actual para que
los grandes partidos, clasificables como de centro-derecha o centro-izquierda
sean capaces de lograr esas grandes mayorías que permitieron la alternancia de
gobiernos estables en España en las pasadas décadas. Lo que está en juego es el
beneficio más importante que cualquier política puede ofrecer a un pueblo: la
estabilidad. El porqué existe esta inquietante duda se debe a diversas
circunstancias convergentes: una etapa de crisis socioeconómica como fondo,
unos liderazgos débiles y poco apreciados, un rosario de corrupciones y
escándalos que han desprestigiado a los equipos dirigentes y la irrupción en el
mundo de la comunicación audiovisual de nuevos protagonismos mediáticos sin
programación responsable pero con impacto en la sicología social difícil de
calibrar.
Ante
ello es conveniente la reflexión sobre los distintos escenarios que puede
provocar una recomposición del mapa electoral con más o menos variables sobre
lo que, hasta ahora, se tenía por previsible y que, quizá, pueda dejar de serlo
en mayor o menor grado. El primer escenario, aunque hoy lo consideren poco
probable con datos del momento, es que, a pesar de todo, los grandes partidos
mantengan posiciones y puedan formar gobierno, el uno o el otro, sin gran
dificultad. Hablamos de mayorías absolutas o, simplemente, de mayorías tan
suficientemente significativas que puedan completarse con apoyos colaterales a
cambio de contraprestaciones sin gran trascendencia en la orientación del
Estado. Este sería un escenario tranquilizador, más o menos gustoso para unos u
otros, pero no catastrófico para los españoles como tales y en su conjunto.
El segundo
escenario sería que ninguno de los dos grandes partidos consiguiese unos
resultados suficientes para establecer una gobernabilidad razonable por sí
mismo y que solo aunando fuerzas pudiesen garantizar una mayoría que, como
fruto de un acuerdo, sería necesariamente moderada en sus pretensiones
ideológicas y responsable económicamente pero, en todo caso, contundente en la
orientación esencial del Estado: política internacional, de defensa y
territorial. Sería una fórmula coyuntural, a la espera de tiempos mejores, como
la aplicada en Alemania, por ejemplo. No es el escenario ideal para los
apasionados de uno u otro bando, pero tampoco
sería un escenario temeroso sino un paréntesis expectante.
El tercer
escenario sería aquel en que la fractura y radicalización del mapa electoral
haría imposibles coaliciones resolutivas estables y el Parlamento no fuese
capaz de proponer una presidencia solvente sino un pluripartito o frente
exclusivamente unido por un afán negativo por desencajar el sistema que ha sido
capaz de mantener la convivencia pacífica y unida de los españoles y sus
políticas sociales para sumergirse en las tinieblas de la inseguridad civil y
económica. Este escenario catastrófico no es deseado conscientemente por nadie
que no se encuentre cegado por la desesperación o el resentimiento. Con todas
sus perspectivas de provisionalidad no es, sin embargo, el escenario de
consecuencias más inmediatamente destructivas.
Existe un cuarto escenario,
legalmente previsto, que es aquel en el cual ningún partido es claramente
hegemónico y ninguna coalición ni ningún batiburrillo de minorías contradictorias unidas con pegamento venenoso
fuese capaz de presentar la oferta de un acuerdo de Gobierno mayoritario y Su
Majestad el Rey se encuentre con el deber de presentar como presidenciable al
líder de la minoría más votada para que trate de gobernar como mejor pueda o como
le dejen. Esta catástrofe no es una hipótesis imposible si el electorado se
dejase llevar por un delirio suicida. Significaría un Gobierno ineficaz que,
desde el primer día, haría descargar sobre España la borrasca del descrédito
internacional, la desbandada de los inversores, el desengaño de los demócratas
y la crispación del los extremismos. Es de desear que esta pesadilla de unas
elecciones fallidas que abran paso a un nuevo fracaso histórico que nos
retrotraiga a la época que se creía sobrepasada de las dos Españas no sea el
pronóstico muy probable. Pero es muy conveniente que los ciudadanos vayan
mentalizándose sobre cuáles son las opciones que tendrán que votar en la
perspectiva de unas elecciones mediante las cuales, hasta ahora, gracias al
cuadro que les garantiza la Constitución vigente, van a poder ejercer un
auténtico derecho a decidir como españoles, esperemos que por mucho tiempo.
Al tema de las
coaliciones no hay que tenerle miedo ni posicionarse con intransigencias
prematuras. No es conveniente enquistarse en posiciones involutivas o estáticas
de la política que condicionen el futuro con prejuicios del pasado. Está
abierto un mañana de recomposiciones y revisiones en el cual las opciones
políticas tendrán que replantearse el futuro desde unos resultados electorales
fluidos y difícilmente pronosticables al día de la fecha. El tema de las
coaliciones no es un horizonte temible. Lo único temible es un clima de
intransigencia y aventura en que las coaliciones queden fuera de cálculo.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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