Sí, demasiado largo este 'puente',
al que hemos dado en llamar 'de la Constitución', y que comienza
siempre con la tradicional recepción que, con motivo del aniversario de nuestra
Carta Magna, ofrece el presidente del Congreso de los Diputados a la 'clase
política', a representantes de las instituciones y de la ciudadanía. Es
una recepción que se suele caracterizar por el recuento más de las ausencias
que de las presencias. Me recuerda, en eso, a las 'cumbres'
latinoamericanas, como la que ahora se celebraba en Veracruz, México: la
´crónica se inicia siempre por los que faltan, como Cuba, Venezuela, Brasil o
Argentina, no por los que asisten. Quizá por ello, las 'cumbres'
iberoamericanas, que han de redefinirse, se celebrarán a partir de ahora cada
dos años, y no anualmente; puede que lo mejor fuese suprimirlas, sin más, y dar
paso a alguna otra cosa, más operativa.
Pues eso mismo se me ocurre
con las recepciones -treinta y seis hasta el momento, si mis cálculos no
fallan-para festejar la Constitución: que son objeto de controversia
entre quienes desprecian nuestra ley fundamental y quienes la defienden a capa
y espada, por un lado, y que son el marco para el debate sobre si esa ley debe
ser reformada, y cuánto, o no debe serlo en absoluto. Es decir, no se trata de
una ocasión festiva, sino de una nueva oportunidad para la eterna controversia
política que continuamente agita este país nuestro. Y, para enmarcar esos
debates, mejor otros ámbitos, posiblemente incluso dentro del recinto
parlamentario, pero en sesiones de trabajo.
Nada tengo, por lo demás,
contra los 'puentes' festivos a los que tan aficionados somos y que
tan bien le vienen al sector hostelero, aunque quizá no tanto a otros sectores
de la economía nacional. Simplemente, creo que habrá que buscar otros
pretextos. La celebración de que la Constitución sigue viva, aunque sea
necesitando urgentes remiendos que algunos no quieren considerar, ya no puede
ser uno de estos pretextos: ¿a qué reproducir cada año la gran controversia, a
qué denunciar las ausencias de presidentes autonómicos, de ex presidentes del
Gobierno, de los diputados y senadores nacionalistas, de los de IU, de los de
la mayor parte del Grupo Mixto, de...?
Enfilemos seriamente, de una
vez, la recta de la reforma constitucional, poniendo fin de este modo, con la
búsqueda de acuerdos, a una Legislatura que ya no va a dar mucho más de sí. Todavía
podría llegarse a un pacto para esta reforma, que implicaría, en algún caso -como
el del artículo 57, sobre la sucesión al Trono--, la disolución de las Cortes y
la celebración de un referéndum. Teniendo en cuenta que la disolución será un
hecho obligado dentro de más o menos un año, para convocar elecciones
generales, ¿por qué no aprovechar la ocasión para poner en marcha las
reparaciones inevitables en el texto constitucional?
Ya sé, ya sé que esto no será
así, no me llame usted utópico o iluso: el que la realidad vaya por otros
derroteros no puede ser motivo para callar lo que yo creo que sería más
conveniente. Y, cuando, guste o no guste, ya son muchos los que admiten -en
privado, claro-- que la única salida posible, tras las elecciones, será un
Gobierno de coalición entre 'populares' y socialistas, ¿a qué
estamos esperando para poner en marcha el gran acuerdo? Dejemos de sestear al
calor de tanto 'puente' y de tanta fiesta navideña como se nos
avecina y venga, al tajo.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>