Un político como excepción
lunes 08 de diciembre de 2014, 10:56h
La pasada semana tomo posesión
como Ministro de Sanidad el diputado Alfonso Alonso. En casi todos los
ambientes se comentó favorablemente que tenía un adecuado perfil político.
Efectivamente, tenía y tiene todas las características de un auténtico
político. Plena dedicación profesional desde su juventud en un oficio que, en
la práctica, no permite entretenimientos en otros menesteres, pese a lo que
vulgarmente predican algunos que creen que el servicio público es algo así como
una dedicación a tiempo parcial o una improvisada experiencia de temporada.
Valentía acreditada por su protagonismo inicial en el País Vasco en las peores
épocas en que la política era un juego peligroso y las pistolas terroristas estaban
calientes. Vocación comunicativa probada por su labor parlamentaria de contacto
con la opinión pública y el diálogo con parlamentarios de distintas ideas. No
cabe ninguna duda de que se trata de un nombramiento político para un cargo
político. Lo sorprendente es que estas condiciones llamen la atención como si
se tratase de un acierto insólito y destacable. Lo normal es que se designe
para un cargo político a una persona con madera de político.
Muchos
comentarios han valorado el nombramiento ministerial de Alfonso Alonso, hasta
entonces portavoz en el Congreso del Grupo Popular, como una rectificación del
tono inexpresivo y tecnocrático del Gobierno. Esta valoración constituye, por
sí misma, un reproche a otros nombramientos del mismo Gobierno. En los últimos
meses el Presidente de Gobierno ha tenido, por circunstancias sobrevenidas que
no es del caso comentar ahora, que sustituir a tres miembros de su Gobierno por
el discurrir de acontecimientos más que por una voluntad de renovación o de
reajuste. Dos puestos fueron ocupados por personas de pulcra actuación
funcional pero sin aureola política. Los pronosticadores, al parecer, temían
más de lo mismo que era como presuponer vaciedad políticamente hablando. Tres
sillones en el Consejo de Ministros y sus posibles combinaciones internas daban
margen suficiente para replantearse un equipo poco apreciado por un electorado
que, hace tres años, llevó al Partido Popular a una mayoría absoluta en cuanto
opción política de principios y estilo que permanecen más en sus bases que en
la selección gubernativa. Sin embargo, la inercia presidencial parecía
obstinada en afrontar próximas contiendas electorales con la carga negativa de
una falta de afección de sus anteriores votantes.
Algunos
optimistas quieren ver en el nombramiento de Alfonso Alonso una corrección de
rumbo. Pero solo lo es en relación con determinado ministerio que no es,
precisamente, donde urgen cambios de rumbo. Un Ministerio con competencias predominantemente
transferidas a las Comunidades Autónomas que conserva unas ciertas facultades
de orientación general más tecnocráticas que políticas y en cuyo campo de
proyección se han mantenido, a pesar de las dificultades de la crisis, unos
servicios de salud y atenciones sociales con un nivel no solo digno sino
envidiable en el mundo que vivimos. Las deficiencias que afectan a la imagen
política del Gobierno de España no residen en el Ministerio de Sanidad cuya
gestión cabe confiar que pilotará acertadamente Alfonso Alonso.
Las
zonas de desgaste del Gobierno residen en la política territorial y su débil
presencia en Cataluña y en cuanto atañen a la unidad y autoridad del Estado. En
los ramalazos de la corrupción y sus secuelas aún no aclaradas en todos sus
aspectos. En la política laboral y la parsimonia con que se asume la
persistencia del paro aunque se dibujen algunos trazos de mejora económica. En
la falta de una estrategia activa de comunicación y de pedagogía política. En
la política fiscal. En estas zonas de desgaste no se ha colocado a ningún político
con expectativas renovadas. A Alfonso Alonso se le ha colocado donde hacía
menos falta, como una excepción valiosa entre los componentes de un círculo que
ha dado muchas muestras de vender mal el mensaje político que para la coyuntura
que vive España supone la estabilidad y la moderación de un Partido Popular que
permanece acomplejado por la precaria presencia pública de su dirigencia
actual. Lo que necesita el Partido Popular es que personas como Alfonso Alonso
no aparezcan como una excepción en la cumbre para taponar agujeros sino que
sirvan para recuperar el pulso político general perdido.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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