viernes 05 de diciembre de 2014, 10:20h
Gracias a la vida
no tengo el gusto de conocerle, don Francisco Gómez Montoya, de profesión
empleado de RENFE y de vocación usurero, pero me siento en la obligación de
decirle que lo que usted hace en sus horas libres, me repugna profundamente y
estoy seguro que repugna de igual forma a una sociedad que no entiende que sea
usted capaz de aprovecharse de la desesperación de la gente para prestar dinero
a unos intereses desmedidos, de usura, para al final asistir tranquilamente -y
mintiendo- al desalojo de una anciana de 85 años el barrio de Vallecas. Usted
no merece el respeto de nadie y por mucho notario que ande por medio, lo que
hace con esa pobre gente es radicalmente inmoral y le retrata a usted como
persona.
En un magnífico
trabajo de Ana Maria Ortiz publicado en "El Mundo", se da cuenta de lo
miserables que resultan los prestamistas como usted que en diez días se ha
hecho con tres fincas utilizando siempre la angustia -y seguramente la
ignorancia- de los más necesitados. Naturalmente hay quien le supera y anda por
ahí suelto un tal Antonio Arroyo que "a base de préstamos con garantía
hipotecaria se ha hecho con 3800 casas en toda España, tiene derechos sobre
otras 1000 hipotecas y acumula un millar de denuncias" según Juan Puche,
presidente "Stop estafadores". Basta conectar un rato cualquier emisora de
radio para escuchar la publicidad pintada de colores de empresas de "créditos
rápidos", "prestamos en 24 horas" etc.
Si no entendemos cómo los bancos y las antiguas
"cajas" ejercen -parece que cada vez menos- el desahucio de los que no les
pagan, qué creen que podemos opinar de todos ustedes que se ceban sobre los más
indefensos, sobre los más necesitados de los necesitados. Hay cosas que la
gente normal no puede entender, cosas que nos parecen tan miserables que no aceptamos
como posibles: ¿de verdad estaba usted en el segundo piso de la casa de la
anciana de Vallecas esperando a que la desalojaran para tomar posesión de la
vivienda? Qué fuerte y cuanta frialdad hay que tener para hacer ese "negocio". En las entidades financieras el drama de
ejecutar se diluye -y no por eso deja de ser inmoral y reprobable en la mayoría
de los casos- en una burocracia o un procedimiento complejo y del que,
seguramente, nadie se siente del todo responsable. Pero ustedes, los
prestamistas que miran a los ojos a sus clientes, que les ponen en las manos un
puñado euros con unos intereses de demora del 27%, todos ustedes, usted que por las mañanas
pica billetes en una línea de RENFE y por la tarde mercadea con la tragedia...
usted y los que son como usted no pueden ser felices, no tienen derecho a la
felicidad; serán ricos pero sobre todo son unos miserables.
Ya sé que nadie obliga al acorralado a firmar lo que
firma. Pero eso no me sirve. Ni me sirven las razones de los notarios ni las
leyes en las que se amparan para sus desmanes. Tiene que haber una forma de
frenar ese viejísimo pecado de la historia y si no la hay, habría inventarla
ya. Ustedes, los usureros, forman parte de la escoria de una sociedad enferma.
Al menos que la gente les señale con el dedo.