miércoles 03 de diciembre de 2014, 08:13h
Supongo
que nadie defenderá a los cafres que el domingo se zurraron a morir en Madrid,
a pesar de que estos días he venido oyendo las más disparatadas excusas -como
que el ciudadano muerto era un violador lleno de antecedentes penales o que si
vas a esas convocatorias ya sabes a lo que te arriesgas-, pero no puedo
entender que haya tantos ciudadanos diciendo que es una excepción, que el fútbol es otra cosa.
Si
por fútbol nos referimos a veinte chavales pegando patadas a una pelota en un
parque, nada que objetar, pero el espectáculo del fútbol profesional es pura
violencia disfrazada, el domingo pasado, el día que una bengala asesinó a un
niño en un campo, el día que en Heysel murieron 39 personas y todos los
domingos en todos los campos en que la cafrería dominical insulta vociferante
al vecino o al árbitro.
Y,
seamos claros, por fútbol profesional no debemos entender solo la primera
división, también la segunda, las terceras y hasta los alevines: hace unos 6
meses acompañé a un amigo a un partido de fútbol en el que jugaba su hijo, once
años, con su cole y contra el cole del barrio vecino. No habían transcurrido
diez minutos cuando el papá de uno de los jugadores le gritaba a su hijo
"mátalo, mátalo". Por supuesto, le llamé la atención y casi me pega a mí. Eso
es el fútbol.
¿Hay
manera de evitarlo? Supongo que sí, actuando como en EEUU donde se castiga
seriamente la más mínima desviación de la ortodoxia. Por ejemplo, en abril Donald
Sterling, dueño de L.A. Clippers, hizo unos comentarios racistas en una
conversación privada con su novia (No tienes que mostrarte junto a negros. Yo
ya les doy comida, ropa, coches y casas a esas personas) que fue grabada
subrepticiamente y se le obligó a vender el equipo y fue expulsado de la NBA de
por vida. De-por-vi-da.
O
el caso de Bill Romanowski, linebacker de los Broncos de Denver, que en
2006 fue multado con 10.000 dólares por escupir al suelo mirando a un oponente.
Con sanciones duras e inflexibilidad en su aplicación uno podría pensar que el
fumbo podría acabar siendo un deporte.
A
cambio, en Europa tenemos cafres en las gradas, amargados que van al campo a
soltar su mala leche y su frustración semanal, sentados junto a chavales que
van porque se sienten representados en los colores que defienden otros tipos entre
los que también hay cafres, como ese tal Pepe del Madrid que si el
árbitro no mirara matarían a patadas al contrario especialmente si está en el
suelo doliéndose de una mala caída.
Y
junto a todos estos ciudadanos, malhaya lo que me une a ellos como ser humano,
hay un montón de viandantes, espectadores, camaradas y hasta guardias urbanos
que, viendo a un hombre desmayado ahogándose en las aguas heladas del
Manzanares tras una paliza brutal, lo más que hacen es grabarlo en video: nadie
fue capaz de ayudarle. El tal Jimmy sería un cafre y un violador, que no lo sé,
y un delincuente y hasta un pedófilo, pero nada de eso exime a ninguno de
nosotros de echarle una mano cuando está en peligro. ¿Y sus amigos o camaradas?
¿Qué tipo de alimañas son? ¿Pueden volver a sus casas, mirar a sus novias e
hijos? ¿Van a seguir hablándoles sus vecinos o compañeros de trabajo?
El
fútbol profesional, esa lacra repugnante y subvencionada, es una infamia que
debemos depurar o prohibir. Mientras escribo estas líneas, avergonzado, el
presidente de la RFEF ni ha sido capaz de presentar sus condolencias a la
familia o repudiar públicamente el asesinato. Por supuesto, tampoco espero que Miguel
Cardenal Barro, presidente del Consejo Superior de Deportes y miembro del
gobierno presidido por el Hombre que lee el Marca pida su dimisión
porque en el fumbo se protegen todos, cafres con vaqueros y cafres con
corbata. Puede
que muchos crean que es un deporte -insisto, lo es cuando 20 chavales dan
patadas a una pelota en un parque- pero en lo profesional a mí me parece
barbarie y sus jugadores matarifes que cobran millonadas solamente por dar
patadas, tanto da si es a un balón como a la cabeza de otro ser humano.
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (4)
32238 | pascuamejia - 03/12/2014 @ 17:06:40 (GMT+1)
a todo eso, seguro que lo sabes, me apunto. Que Inglaterra haya conseguido domar/domeñar/dominar a sus hooligans da mucho que pensar.
32236 | kroker - 03/12/2014 @ 16:52:26 (GMT+1)
Lo del fútbol base lo he vivido en primera persona MUY A FONDO, por tener un nano viciado con el dichoso deporte. Empezó de alevín como portero, y terminó de árbitro de segunda regional, hasta que por suerte se echó novia y entre los estudios el deporte y la novia, optó por eliminar el deporte, y dejarlo como cosa particular y no federado. Pasó por todos los puestos debido a los avatares del propio deporte, portero, defensa, delantero, con lesión leves y una grave lo pasó por el quirófano; por lo último lo peor fue cuando se hizo árbitro, que ya es pa'mear y no echar gota. Lo peor del fútbol base son los padres de los chicos, pasando por esa especie de profesionales frustrados que son los entrenadores. Como botón de muestra una vez tuve que llamar a la Policía Nacional, debido a los altercados, teniendo que salirlos chicos escoltados; estamos hablando de un infantil de segundo año. Estos "rolos de platanera" deberán de tener vedado el acceso no solo a los encuentros profesionales, sino incluso a los de fútbol base. Herramientas jurídicas hay, otra cosa es que por desidia no se aplique, y sobre todo habría con modificar la Ley de Deporte y penalizar no solo el racismo sino la xenofobia y la incitación a la violencia también. En fin, queda mucho por hacer, pero la esperanza de ver los estadios españoles como los ingleses ahí está.
32231 | pascuamejia - 03/12/2014 @ 14:49:46 (GMT+1)
bueno, desde el otro lado pero es lo que digo: hay que poner coto a la bestialidad. la anécdota que cuento del papá tiene más añadidos: la mayoría de papás se puso de parte del energúmeno. yo creo que si se aplicara a rajatabla un sistema coercitivo de multas y repudio social la cosa cambiaría. en cualquier caso, mi mayor queja es por haber dejado a ese hombre morir y eso que había hasta guripas mirando. no estoy contra el fútbol sino contra todo lo que arrastra que, justamente, no lo es. y estoy de acuerdo que mientras más grande el jugador, más limpio en el juego -bueno, excepto aquel cafre llamado maradona-. abrazote, como siempre
32225 | kroker - 03/12/2014 @ 10:54:00 (GMT+1)
Pues yo disiento en cuanto a la descalificación del fútbol profesional de manera generalizada. Efectivamente como toda actividad económica (porque lo es), hay cafres de todos los colores; desde presuntos mafiosos como Villar, hasta carniceros como estos hooligans. Gran Bretaña supo poner coto a los desmanes, y da una envidia sana ver como las gradas abiertas llegan casi hasta el césped, y la gente más parece que está en el cine que en un partido de fútbol. En este asunto, los clubes son los culpables porque ellos durante años han amparado a toda esta gentuza; por suerte, ya los grandes equipos están dando ejemplo como el Barsa hace unos años y el Madrid el pasado, de expulsar a toda esta gente. El fútbol es un juego extraño, que ha producido hasta guerras, pero es culpa de los que lo quieren utilizar. Mención aparte es la violencia que muchos jugadores imprimen a sus acciones, pero esto yo lo he visto hasta en juveniles, y viene todo ello de la violencia desatada desde la base y que no se ha cortado por la desidia de las federaciones. Yo sigo disfrutando de los partidos, de los grandes encuentros, y lo que sí es cierto es que cada vez hay menos faltas cuando lo jugadores son verdaderos profesionales y muy buenos; los que dan cuero son los paquetes/conos que no saben hacer otra cosa. Miremos las faltas que hace Cristiano, Messi, Isco, Iniesta, es lo que hay Pascua, no son perfectos, pero casi.
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