lunes 01 de diciembre de 2014, 09:23h
De
cuando en cuando los medios informativos mencionan a algún español aspirante a
un viaje sin retorno al planeta Marte. Desde que se concibió la iniciativa "Mars
One" para establecer un asentamiento humano en el planeta rojo, promovida por
un tal Bas Lansdorp, un investigador con vocación de holandés errante, varios
españoles, alrededor de diecisiete, entre hombres y mujeres, aparecen en la
lista con sus inconfundibles apellidos. Cuando la NASA aún anda con pies de
plomo, el holandés imaginativo busca voluntarios para su buque fantasma,
dispuestos a navegar "in a eternum" por el espacio. No es raro que haya
españoles en esta lista. Es un consuelo que no den el canto solamente precoces
aspirantes a corruptos o viejos corruptos aspirantes a estancias carcelarias
con derecho al tercer grado. Los nuestros auténticos son los de la aventura, no
los de las estafas. Alguno de estos voluntarios ha expuesto en la pantalla un
condicionamiento macabro para su vocación de explorador interplanetario: estar
dispuesto al trabajo de cavar su propia tumba cuando llegue a su destino. Es
como el ¡viva la muerte! del soldado de fortuna. Pero la muerte, tras una vida
prorrogada en el campamento marciano, es un canto a la supervivencia de nuestra
especie cuando la tierra entre un día en su ocaso. Es un canto a la vida en un
futuro imprevisible e indefinido que es esencial para distinguir la mente
humana como diferenciada y superior a los condicionamientos de la naturaleza
evolutiva que le rodea. Es el prólogo de un gran salto desde una autonomía
científica y filosófica que lleve al ser humano más allá de los que creen que
la historia de la humanidad está dictada por las leyes de la materia y no por
la inteligencia del espíritu.
Cuando
los nautas que se embarcaron con Colon se dirigieron hacia el oeste, sin otra
seguridad de regreso que confiar en la intuición de la forma circular del
planeta, presentían la certeza de la esfericidad pero no la dimensión del
globo. Si no hubiesen encontrado las tierras americanas del Caribe en su rumbo
y el océano fuese la continuidad de un inmenso desierto de agua, hasta llegar a
las verdaderas Indias, se hubiesen perdido, faltos de recursos, en un viaje sin
retorno. Como se perdió la nao "Santa María", con cuyos restos construyeron una
base llamada "Fuerte Navidad" unos cuantos expedicionarios que se
establecerían, más o menos, como los astronautas que se establecerán en los
habitáculos del campamento marciano que piensan construir con los materiales llegados
desde esta orilla por los imaginativos emprendedores que sueñan con establecer
vida humana más allá de nuestro planeta de origen. Afortunadamente, en la lista
de aspirantes, hay mujeres y hombres con lo que el sueño puede no ser estéril,
lo que sería más negativo que cavar la propia tumba que, en caso de fertilidad,
podría ser cavada por unos hijos pues, de lo contrario, podrían conservarse los
cadáveres en sus propios habitáculos como momias faraónicas. De lo que se
deduce que al igual que los niños tienen derecho a tener un padre y una madre,
también los exploradores interplanetarios tendrían derecho a descendencia.
De
viajes sin retorno están repletas las navegaciones españolas con las que
nuestros antepasados ciñeron el planeta. El propio Juan Sebastián de Elcano fue
el superviviente de aquel viaje primero de circunvalación a la Tierra que no
tuvo retorno para Fernando de Magallanes, Gaspar de Quesada, Luis de Mendoza y
Juan de Elorriaga, como nos cuenta con detalle el gran Stefan Zweig en su libro
"Magallanes. El hombre y su gesta". La nave "Victoria" fue la única que
regresó, con dieciocho hombres de los doscientos sesenta y cinco que habían
osado intentar dar, por primera vez, la vuelta al mundo. Nada debe asombrarnos
por tanto a los españoles que existan voluntarios para cualquier viaje de irás
y no volverás porque, en el fondo de la conciencia de los audaces existe la fe
en que la providencia puede hacer que alguno vuelva contra todo pronóstico. Ni
tan siquiera los viajes políticos, como la Transición, acabarán como un viaje a
ninguna parte porque se les ocurra diagnosticarlo a los artistas de la
demoscopia. No hay caminos sin salida en la política ni navegaciones sin
supervivientes en los rumbos marinos. Lo que hace falta para seguir hacia delante
es gente valiente y decidida para afrontar todas las dificultades y salir de
todos los remolinos de la Historia. Neopolíticos y precorruptos van a naufragar
en el largo viaje, pero la gente marinera llegará a buen puerto.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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