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Teresa Berganza (foto cedida) |
Teresa Berganza: "Me sorprende que en más de 200 años, yo haya sido la primera mujer en entrar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando"
> "Por encima de todo aprecio las experiencias vividas al lado de tantos y tan grandes artistas", asegura la mezzosoprano
viernes 28 de noviembre de 2014, 17:37h
La crítica y el público la han considerado como "la mezzosoprano del siglo XX". Ella misma ha dicho alguna vez que se siente como una privilegiada del Renacimiento. Desde su atalaya de medio siglo largo como cantante, Teresa Berganza nos confiesa que tiene "la satisfacción de haber hecho mi trabajo con una entrega total".
Antes de desembocar en el canto, Teresa Berganza, había estudiado piano, armonía, música de cámara, composición, órgano y violonchelo. Una vez escogido su camino en el terreno del canto, su decisión no pudo ser más acertada, porque su voz ha sublimado a sus autores favoritos, Rossini y Mozart, pero también ha cantado a Haendel, Bizet, Toldrá, Granados, Turina, Falla o García Abril. Con ellos ha triunfado en todos los templos de la ópera mundial, y de la mano de los más prestigiosos directores.
Por ejemplo, en 1959 cantó 'Las bodas de Fígaro' en la Ópera de Viena, bajo la dirección de Karajan, y en el Royal Festival Hall dirigida por Giulini. En los sesenta, estuvo en el Festival de Aix en Provence para debutar como Dido en 'Dido y Eneas' de Purcell y, más adelante, con 'L'incoronazione di Poppea' de Monteverdi y con la ópera veneciana 'Orontea' de Antonio Cesti en Milán; en la Lyric Ópera de Chicago como Cherubino; en el Carnegie Hall de Nueva York y en el Covent Garden con Solti, también en Cherubino. Participó en 'El Barbero de Sevilla' junto a Kraus y Boris Christoff; su éxito en El Metropolitan fue clamoroso con 'Bodas de Fígaro' y en la Scala de Milán con 'El Barbero de Sevilla', dirigido por Claudio Abbado.
Debutó en el Liceo en 1971 con Cenerentola; volvió a encontrarse con Karajan en el Festival de Salzburgo de 1972 en 'Bodas de Fígaro'; en 1976, estuvo en la ópera de Viena con 'La Cenerentola' y, un año más tarde, debutó como 'Carmen' en el Festival de Edimburgo bajo la dirección de Claudio Abbado y como Charlotte en 'Werther', en 1979. Más tarde, inauguró el Auditorio Nacional con la 'Atlántida' y tampoco ha dejado nunca de cantar zarzuela. Pero la diva española, siempre humilde, nos dice que "por encima de todo, aprecio las experiencias vividas, al lado de tan grandes artistas. Y el privilegio de vivir esos momentos únicos...".
Sus seguidores son legión en todo el mundo y, probablemente, haya sido la Carmen de Bizet, el personaje que más momentos de placer haya dado a todos ellos. Pero, ¿qué debe Teresa a Carmen? La cantante española lo tiene muy claro: "le debo la felicidad de haber interpretado uno de los personajes más apasionantes de la ópera". A renglón seguido le formulamos la misma pregunta pero en sentido contrario: ¿y qué le debe Carmen a Vd.? "Haber respetado la partitura de Bizet", concluye humilde.
Pionera
Ha sido, también, la primera mujer miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Después, ha habido alguna mujer más, aunque siguen en franca minoría: "siempre me ha extrañado que en más de 200 años, habiendo existido mujeres tan importantes en España, yo, haya sido la primera. Creo, sin embargo, que seguirán entrando muchas más mujeres en el futuro".
Hablando de la calle de Alcalá -..., con la falda 'almidoná' o sin ella-, Teresa Berganza ha presumido siempre de madrileña (nació en el número 13 de la calle de San Isidro) y de española, allá por donde ha ido. Pero, ¿se siente suficientemente querida por sus compatriotas? "Me siento muy querida por el público -afirma la diva-, pero no me siento profeta de mi tierra". Vamos un poco más allá y preguntamos también a Berganza qué es más difícil, convivir con el éxito o saber retirarse en el momento adecuado, y nos argumenta que "cada momento tiene su dificultad y su proceso".
Antonio Fernández Cid dijo de ella que "siempre está pendiente del mejor, por encima del más...", y es cierto porque Teresa Berganza se exige el máximo a sí misma; pero eso de buscar permanentemente la excelencia, ¿no acaba por agotar a cualquiera?, le preguntamos, a lo que la maestra responde tan segura como convencida que "no me ha agotado nunca; al contrario, me ha dado más energía para perfeccionarme cada día".
Claro que Berganza es hija de la cultura del esfuerzo, del tesón, del empeño, de hacer frente siempre a la adversidad hasta que, de puro aburrimiento, esta acabe cediendo. Las nuevas generaciones, sin embargo, no siempre comparten esta filosofía y por eso nos interesamos también por el punto de vista de doña Teresa respecto al estado de salud de la música en España en estos momentos, y qué podría hacerse aún para alcanzar la situación ideal, y la madrileña universal tira de ironía fina para responder a la primera de nuestras cuestiones: "como no soy médico, no puedo diagnosticar su estado de salud..."; y de sentido común para la segunda: "que la música clásica esté al alcance de todos, ya en los colegios".
Emociones
Su voz celestial ha evitado más de un suicidio. Recuerdo el último que ha contado la misma Teresa, el de una mujer que decidió seguir viviendo después de escucharla cantando a Mozart. ¿Hay algo más emocionante que eso? Supongo que ni siquiera tener al público levantado y aplaudiendo durante más de diez minutos en la Scala, el 'Vaticano' de la ópera... Berganza reflexiona un momento y nos dice: "a lo largo de toda mi carrera he tenido la fortuna de vivir experiencias de este tipo con gentes que aman la música; y es un regalo de la vida saber que a través de mi voz he podido hacer tanto bien".
Una diosa del canto solo puede admirar a otro tan grande como ella. Alfredo Kraus fue grande hasta el final, "un hombre digno hasta en la forma de morir", ha dicho de él Teresa. Y ahora, retirada ya del escenario de forma profesional, con cierta edad, la dignidad de Teresa es, al menos, tanta como la de su amigo Kraus: "no me asusta la muerte, la espero con serenidad".
Algo tiene que ver en su actitud estoica los principios aprendidos en la familia, desde niña. Hija de una madre católica y monárquica y de un padre muy de izquierdas "que era ateo por la gracia de Dios" -como ha dicho su propia hija en más de una ocasión-. Fue él mismo, su padre, quien la sacó de un convento a los 15 años... Varios decenios después, le preguntamos: ¿hoy sigue siendo creyente? Y Teresa Berganza, indulgente, comprensiva y hasta tolerante con la pregunta tan personal, vuelve a tirar de esa inteligencia preñada de ironía: "... a mi manera".