miércoles 26 de noviembre de 2014, 09:18h
Dicen los que saben de esto que la televisión se rige por
tres normas, formar, informar y entretener, pero hay una cadena privada que,
desde sus comienzos a finales del siglo pasado, sólo ha tenido un objetivo ganar
dinero sea como sea sin importarle un pimiento eso de la cultura , la formación
o la información. Imagino que todos ustedes sabrán que cadena me refiero, sí,
hombre, esa en manos de Berlusconi que reproduce en nuestro país todos
los malos tópicos que rodean a los latinos. Ya apuntaba en sus comienzos con
aquello de las Mama Chicho y siguió con "Aquí hay tomate" y los
actuales y cultisimos debates de Sálvame, Sálvame de Luxe. Hay una cosa que te
quiero decir y, cómo no, el inefable y nunca bien ponderado Gran Hermano que
presenta ese icono del feminismo progresista que es Mercedes Milá. Todo
un rosario de bodrios vomitivos que, eso sí, tienen en este país de analfabetos
integrales una fiel audiencia que rompe "shares" a diestro y
siniestro. Ejemplar.
Esta cadena, que sigue dirigida por un todopoderoso italiano, está ahora
empeñada en encumbrar a un ridículo fantasma de los habituales que pululan en
este país de gilipollas. Me refiero, claro, al llamado Pequeño Nicolás que,
como pasó en su momento con con Belén Esteban, con Quico el hijo
o la hija de la Pantoja, con toda la cohorte de soeces colaboradores de José
Javier Vázquez y con otros muchos representantes de la cutrez nacional,
está acaparando minutos y minutos no ya en la cadena en cuestión, que sería lo
lógico, sino también en el resto de los medios, incluso en aquellos que se
autoproclaman serios, que se hacen eco de una pantomima que lo único que
demuestra es que vivimos en un país de fantasmas, pero de fantasmas
absolutamente despreciables. Unos fantasmas que son exquisitamente alimentados
por la publicidad que les da la Cadena Amiga cuya única pretensión es conseguir
audiencia sea como sea para llenarle los bolsillos a Berlusconi y sus
socios. No importan los medios, sólo les importa el fin y si para ellos tienen
que fichar al Pequeño Nicolás, al ex presidente cántabro, Miguel
Ángel Revilla, el de las anchoas, o al líder de Podemos, Pablo Iglesias,
pues se le ficha y punto. La audiencia es la audiencia y los euros españoles
son tan bienvenidos como los italianos. Faltaría más.
Volviendo al tema del último fantasma de Tele 5, he de reconocer que el chaval
es un ejemplo de la picaresca que siempre ha hecho carrera en este país con
obras maestras de la literatura desde El Lazarillo de Tormes a Rinconete
y Cortadillo, pasando por el Guzmán de Alfarache. El joven Francisco
Nicolás Gómez Iglesias es un cara de cuidado, un mentiroso compulsivo al
que hay que reconocerle que ha sabido moverse ente las bambalinas de un
partido, el PP, en el que abundan los fantasmas de todas clases y donde
cualquier mindundi con el rostro de cemento, eso sí bien peinado y con pinta de
chico de las Nuevas Generaciones, puede hacer carrera aunque sea una total
nulidad intelectual. Lo de las fotos con José María Aznar, Ana
Botella, Esperanza Aguirre, Jaime Mayor Oreja, Miguel
Arias Cañete, Ignacio González, Soraya Sáenz de Santamaría,
Mariano Rajoy e incluso con el mismísimo rey Felipe VI son
relativamente fáciles de conseguir si se tiene el habitual desparpajo. Y desde
luego, el chaval lo tiene de sobra. Solo hay que estar en el sitio justo y a la
hora justa para figurar en las instantáneas precisas aunque ocupes un segundo
plano en la foto.
No sé si les he contado alguna vez que durante mi época de subdirector de ABC
de Sevilla, no sé por qué motivos, el presidente Manuel Chaves e incluso
su sucesor, Pepe Griñán en sus primeros años de Gobierno, no
me invitaban nunca a los actos conmemorativos del Día de Andalucía. No es que
me importase mucho, pero uno tenía su orgullo y, pese a carecer de invitación,
me estuve colando en las recepciones del Alcázar, de las Atarazanas o del
Palacio de San Telmo durante más de diez años. Y no había que ser un experto
espía del CNI, sólo bastaba con colocarse cerca de algún consejero, por ejemplo
el todopoderoso Gaspar Zarrías, saludarle y charlar con él de algo
intrascendente hasta pasar los controles de acceso. Y quien dice Zarrías, dice
mi amigo Jesús Quintero, El Loco de la Colina o alguien tan
conocido que los policías de la entrada dieran por hecho que su acompañante
también estaría invitado. Vamos que durante una década hice de Pequeño
Nicolás sin que nadie me lo echara en cara. Y es que, como decía El Guerra,
hay gente pa tó.