En el Teatro Bellas Artes de Madrid se representa estos días
"Olivia
y Eugenio", del peruano
Herbert Morote, que estrenó esta obra hace cuatro años en Lima. Si en la capital del Perú Olivia
era la actriz
Yvonne Frayssinet,
aquí en España es la gran
Concha
Velasco quien da vida a esa madre coraje, galerista de profesión,
viuda de un marido adicto al juego, al alcohol y a la cocaína, que le
había dado dos hijos: Daniel, ya emancipado
y que recurre a su madre únicamente para pedirle dinero cuando lo
necesita, y Eugenio, con síndrome de Down.
Hasta el momento, y que sepamos, nunca se había subido al escenario en una obra
comercial ningún actor o actriz con síndrome de Down. Ahora, en lugar de uno,
son dos los actores que dan vida al
personaje de Eugenio. Representan el papel en días alternos y ambos,
Hugo
Aritmendiz y
Rodrigo Raimondi,
aguantan con éxito los 90 minutos de duración de la obra.
Este último fue Eugenio el día que acudimos a ver la representación de "Olivia y Eugenio", que dirige el
experimentado
José Carlos Plaza.
Olivia (Concha Velasco) da un sincero y descarnado
repaso a su vida, el día que regresa a casa decidida a que esa sea su última jornada
de trabajo en la galería de arte que regenta. Su profesión le facilita el
contacto habitual con empresarios, políticos, deportistas de élite, médicos y
profesionales de éxito. La llegada al mundo de su primer hijo, Eugenio (el
nombre le vino por otros dos
Eugenios,
Ionesco y
O'Neill),
un chico con síndrome de Down, le cambia todos los planteamientos vitales, y la desesperanza, la frustración y
temor iniciales, poco a poco se van
tornando en la alegría, la ternura, la
ilusión y la fuerza que solo un chico
tan especial puede transmitir a quienes
le rodean.
Ni el marido, ni el segundo hijo de Olivia han
colaborado especialmente en la educación
de Eugenio, y esa relación de madre e
hijo es tan profunda, natural y sincera,
con las únicas limitaciones
intelectuales de Eugenio, que
madre e hijo son casi "una unidad de destino". Cuando a Olivia le detectan un cáncer y
se angustia por el futuro de su hijo, decide suicidarse
junto a él... Pero la serena calma
y la bondad de Eugenio trastocan todos los planes de la
madre.
Vale
mucho
Con esta obra
Concha Velasco, galardonada en 2013 con el Goya de Honor, ha vuelto a los escenarios, después de enfrentarse a una dura enfermedad que, como
ella mismo dijo el día de la presentación de la obra, citando a
San Agustín, para explicar el momento en el que está: "Si me considero no valgo
nada, pero si me comparo valgo mucho".
Peruano de origen, Herbert Morote vive en Madrid desde
1990 dedicado a la literatura y a la investigación histórica, aunque su
formación y su labor profesional estaba orientada hacia la economía y la
empresa. Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de San Marcos, Lima,
y post-grado en India-na University, Bloomington. Fue catedrático fundador de
la Universidad de Lima, y dirigió empresas multinacionales en el Perú, México,
Europa y Estados Unidos.
El
polifacético y más que experimentado José Carlos Plaza acababa de estrenar en los Teatros del Canal de
Madrid
"True West, El auténtico
Oeste", del norteamericano
Sam
Shepard y, en un
auténtico tripe salto mortal, dirige ahora con eficacia esta
"Olivia y Eugenio", huyendo del melodramatismo fácil en el que podría haber
caído, dado el tema tratado. El público así lo entendió y premió a actores, autor y director con un encendido
aplauso, que rubricaron además el día en
que acudimos a la representación, dos familias al completo, que asistían también a la función, con sus hijos respectivos (chico una, y chica otra),
con síndrome de Down.
Para
quienes aún alberguen dudas al respecto,
"Olivia
y Eugenio" muestra con
claridad y convicción que todos somos iguales, y todos somos diferentes a la
vez. Lo importante -y para eso no
hay fórmula magistral alguna- es intentar ser feliz y hacer felices a quienes
tenemos a nuestro alrededor y para eso no hay síndrome de más o de menos.