España no está para bromas
lunes 17 de noviembre de 2014, 10:45h
Ya
pueden pronosticar lo que quieran los colegas tertulianos y nuestros colegas
políticos seguir llamando proporcionalidad a la cobardía y corrupción a la
rapiña. Pueden entretenernos con las historietas del pequeño Nicolás, el
vodevil del diputado viajero y el coche de alta gama del alcalde de un
villorrio. La picaresca que subyace en el subsuelo de la vida pública es como
el pus que forma forúnculos en la epidermis, mientras más adentro crecen tumores
malignos silenciosamente. Son cuadros patológicos que demandan tratamientos
médicos enérgicos y radicales. Pero el enfermo sobrevivirá, como siempre ha
sobrevivido a peores plagas. Ni está herido mortalmente ni va a curarse con
mutilaciones ni con purgas de hierbas tropicales. España está muy contrariada,
que ahora dicen indignada, pero no está para bromas que amplifiquen los
problemas en vez de solucionarlos.
Cuanto
más necesitado está el pueblo español de vitaminas vigorizantes y de vacunas
contra la peste no puede equivocarse tragándose las píldoras de curalotodo de
cualquier predicador en plaza o dejándose arrancar la muela del juicio. Ni esta
nación secular es un cadáver del que pueden separarse miembros en una mesa de
disección ni sus músculos, aparentemente dormidos, han perdido su fuerza. Una
pereza gobernante es responsable de que ocupen excesivo espacio mediático dos
bromazos que solo sirven para distraer al público de los verdaderos problemas
de nuestros días.
Uno
es el prehistórico nacionalismo, mejor llamado separatismo, cantonalismo o
paletismo, que insiste con terquedad de asno en proponer a Europa y al mundo la
balcanización de España como una meta estratégica aceptable para los ciudadanos
de una gran nación y para sus vecinos. No es presentable, más allá de una casa
de orates, que una de las más sólidas estructuras nacionales de la Unión
Europea, del área del Euro, de la Alianza Atlántica, que acaba de obtener silla
en el Consejo de Seguridad de la ONU, con una cultura de proyección internacional,
una economía con capacidad de exportación y unos profesionales de primer nivel
en todas las actividades humanas, se pueda encandilar con banderines estelados
de insolidaridad, desintegración e insolvencia financiera. Es absurdo imaginar
que un pueblo con un demostrado instinto de supervivencia y adaptación a través
de siglos borrascosos pueda dejarse tentar por los anzuelos de unos pescadores
en rio revuelto y ser llevado a la cesta asfixiante en que terminan las
sociedades inmaduras y los Estados fallidos.
El
otro bromazo es que los españoles, justamente irritados por la degeneración de
algunas figuras partidarias o por el incumplimiento de algunos programas, vayan
a trasladar su confianza al primer cantamañanas que se presenta con ínfulas proféticas
de redentor y aniquilador de una casta maldita, con el deseo de sustituirla
aplicando las técnicas populistas que mantienen en la miseria a terceros
países. La broma del líder purificador que todo lo sana por arte del
birlíbirloque ha quedado en el mundo para los payasos de la política que
aparecen en los entreactos para distraer al personal mientras se cambia el
decorado.
La
situación compleja que vive España no se soluciona con mitologías de heráldica
medieval ni con estandartes apolillados de las "revoluciones" del Siglo XX.
Siempre han surgido políticos improvisados que intentan aprovecharse de los
momentos de malestar económico o de dispersión social para subirse a la ola de
protestas contra la arquitectura de las naciones y de sus sistemas de
convivencia y soñar que la ira rellene, por sí misma, los vacios
institucionales con sus demagogias separatistas o izquierdistas. Pero la ira
por si misma solo produce incoherencia. Sin programas realistas de progreso,
las respuestas de recambio destructivas y fugaces son tentaciones efímeras que
la Historia nos demuestra que solo conducen hacia la nada.
La
situación por la que pasamos exige, simplemente, el reencuentro de la
representación política con sus bases sociológicas reales que están ahí, en trance
de desconcierto, pero fieles a sus principios. Para liberarlas de su desencanto
o de su abstención solo se necesita más autenticidad y menos basura. Parece
evidente que algo tiene que cambiar y esperemos que así sea. Pero el cambio no
será para alimentarnos con despojos separatistas o ropa vieja cubana. El
edificio necesita un fregado de fuerte detergente en todas sus plantas para
recuperar a un sector importante y quizá decisivo que parece extraviado en los
vericuetos de la demoscopia. Que parezca extraviado en este momento no quiere
decir que se trate de una tropa inconsciente. A la hora de la verdad, todos los
españoles saben que tienen mucho que perder y nada que ganar con aventurerismos
iluminados de patrocinio sospechoso e incierto desenlace. España es demasiado
valiosa para todos y cada uno de los españoles, incluidos los peor situados,
para que nadie desee jugársela en la tómbola de las sorpresas.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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