Las plebiscitarias, otro engaño
viernes 14 de noviembre de 2014, 12:37h
Si en algo han
tenido razón los críticos con el 9N de Cataluña, ha sido en que los resultados
no son como para sacarlos a pasear por el mundo. No digo yo -como Rajoy- que la
cosa haya sido un fracaso, pero vista sin lecturas interesadas y desde la
distancia objetiva, el porcentaje de votantes ha sido más bien tirando a escaso.
Pero no volvamos al pasado porque de nada sirve.
Vamos al incierto
futuro que siempre resulta mucho más apasionante. Si el presidente Mas pudiera,
lo más lógico es que pactara o llegara a acuerdos con el PSC y se deshiciera
del enemigo que duerme en su cama y que ya ha avisado que no apoyará ni los
presupuestos. La única vía coherente que queda a estas alturas es que el tiempo
baje poco a poco la fiebre independentista de un sector muy determinado y
activo para dar paso a lo que siempre fue Convergencia: un partido sensato que
volvería a contar con el apoyo de Unió y la ayuda de los socialistas. ¿Cuál es
el problema? Que Artur Mas -ni siquiera
posiblemente toda Convergencia- ya no puede tirarse del tren en marcha porque
él mismo lo ha puesto a una velocidad desorbitada y cualquier intento de
dejarlo sería un suicidio: eligió a Esquerra como compañera de viaje y creó una
serie de instituciones cívicas para que le apoyasen en el camino pero que le
han superado ampliamente y ahora le exigen que cumpla lo prometido. Artur Mas
está solo y, descartada la petición de ayuda mútua al PSC, la único vía que le
queda es otra ocurrencia que ni un solo experto en Derecho Constitucional
admite como válida: las elecciones plebiscitarias que no existen en España, que
no se contemplan, que serían otro engaño al pueblo porque no tendría ninguna
consecuencia jurídica real.
Imaginemos ese escenario que plantea Junqueras
en cualquiera de sus variantes: todos los partido soberanistas juntos con un
programa que tuviera un solo punto -la secesión de Cataluña- o cada uno por su
cuenta pero con el mismo objetivo.
Sigamos imaginando que ganan esas elecciones y que al día siguiente cumplen con
su programa de un solo punto. La única posibilidad que tienen es la declaración
unilateral de independencia que -al margen de de que pudiera ser o no un
fraude de ley desde su inicio- carecería de cualquier reconocimiento: ni el
Gobierno del Estado -naturalmente- admitiría semejante cosa, ni la Unión
Europea, ni la ONU ni ningún foro serio internacional. Tal vez la Venezuela de
Maduro mandara un embajador, pero no parece que semejante amistad fuera
suficiente. Al día siguiente de la
declaración unilateral habría que abrir las tiendas, y los bancos, y llegarían
el AVE de Madrid, y funcionaría el puente aéreo y sólo las multinacionales tal vez y la grandes
empresas catalanas, tendrían ya pensado un plan B porque no es fácil estar en
un país unilateralmente independiente que se convertiría en una isla dentro de un mundo global.
Lo de las
elecciones plebiscitarias -que son propias de dictaduras que cultivan el culto
a la personalidad- sencillamente no tienen ningún valor en España, no están
contempladas, no existen. ¿Qué pretenden entonces? ¿Volver a la senda inútil de
la ilegalidad esta vez internacional? No
entiendo como Mas ha llegado a esta situación y se ha enredado en ese bucle del
que solo puede salir ahogado.