Si Rajoy tiene un plan, lo guarda para mejor ocasión
miércoles 12 de noviembre de 2014, 14:19h
Si
Rajoy tiene un plan de diálogo o algún proyecto para Cataluña que no pase
por los habituales trámites legales, la verdad es que lo ocultó
celosamente en su inesperada rueda de prensa de este miércoles. Durante casi 45
minutos repitió las cosas en las que ya venían insistiendo los portavoces
oficiales: fueron dos tercios los catalanes que no votaron el 9-N, no se
puede conceder nada contra la legalidad y, por tanto, no se puede conceder
independencia alguna. La reforma constitucional la tienen que proponer otros,
por ejemplo los socialistas, porque el gobierno no está convencido de que tenga
que realizarla ni de sus efectos beneficiosos. Nunca se ha negado a un diálogo,
pero tampoco adelanta si él propondrá alguno, en lugar de aguardar a que sean
los demás quienes se lo propongan. Y así, un largo etcétera, que
incluye el asegurar que él no se ha enterado ni tiene nada que ver con las
medidas que pueda adoptar o no la fiscalía en contra de los organizadores de la
consulta del pasado domingo.
En
suma, nada excesivamente nuevo. Algunos salimos con la impresión de que Mariano
Rajoy acudió a su no concertada cita con los medios casi por obligación. Y, de
hecho, parecieron gustarle poco las preguntas acerca de por qué había tardado
72 horas en reaccionar a la jornada del 9-N y en explicar cuales cree que serán
sus consecuencias.
Queda
mucho por explicar. Queda mucho por hacer: no, desde luego, en lo que se
refiere a cambios en el Partido Popular o en el gobierno, cambios que Rajoy
descartó con una seca negativa. Nada de autocríticas: "El gobierno ha adoptado
una actitud sensata y equilibrada, con proporcionalidad. He cumplido mi
obligación"
¿Y
ahora qué?: Ya digo: si hay algún plan de acción, alguna ofensiva política,
Rajoy se lo guarda para su coleto, en espera probablemente de mejor ocasión
para anunciarlo. Para él, el problema catalán parecería no existir, ser una
cuestión menor, como la reforma constitucional, "cuestiones de las que se habla
mucho ahora".
Eso
fue todo. Cortó abruptamente el presidente el turno de preguntas, fuese y no
hubo nada. Los optimistas seguiremos aguardando alguna buena nueva, que en
algún momento tendrá que llegar. Necesariamente tendrá que llegar.
- El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (3)
31630 | Teseguite - 12/11/2014 @ 21:58:23 (GMT+1)
Si será malo malo malo malo mariano (y su sorayita que es todavía peor) que don Fernando Jáuregui está encantado con ellos. Por cierto, el artículo de marras de de Jesús Cacho. Evidentemente las comparaciones son odiosas.
31624 | kroker - 12/11/2014 @ 19:06:57 (GMT+1)
Amén. Brillantemente has puesto las cosas en su sitio. Como ya he dicho en alguna ocasión, muchos han ido a votar para no complicarse la vida en la familia, en el trabajo, o simplemente con los vecinos. Te tienen que ver con la estelada, que funciona como una especie de talismán que ahuyenta cualquier choque con las personas citadas, es más, incluso hasta con algún desconocido. Esa sensación que describes la vivimos aquí en Canarias en los años 70, casi hasta los 80 del pasado siglo con los "cubillistas" y las 7 estrellas verdes. En esa época se plantó cara, y no se dejó que extendiera ese sentimiento a medio camino entre la xenofobia y el racismo, con grandes dosis de victimismo. La ventaja que hemos tenido aquí, es que la bestia no estaba en el Gobierno de Canarias, o por lo menos no se ha utilizado por el nacionalismo canario autonomista el fomentar el odio a lo español; no así en Cataluña, donde a lo largo de años se ha ido sembrado el odio, se ha ido construyendo la historia de judíos y arios (ellos son perfectos) que tan buenos resultados ha dado a lo largo de la historia. Desde que se ha agotado la teta del Estado, cuando ya la corrupción les sale por todas la alcantarillas, es cuando ha llegado el momento de sacar al rebaño para seguirlo ordeñando. Es lamentable que España tenga a un imbécil por Presidente del Gobierno, o quizá por eso es el momento elegido. Desde luego Rajoy no tiene el punto de mala leche de Aznar, ni la habilidad de González, incluso ZP (que ya les vale) se llevó al huerto a Ibarreche. Rajoy es un impotente político, que el mejor servicio que le puede dar a este país, es convocar elecciones generales ya. Que de deje de hacer de "santa compaña" del PP, porque como siga así, no quedará ni el recuerdo.
31622 | Orwell, Canetti y la masa de acoso - 12/11/2014 @ 18:12:20 (GMT+1)
Todo proyecto nacionalista se sustenta en la propaganda, una materia en la que el Gobierno no llega ni a la categoría de aprendiz. A los 2 millones de catalanes abducidos por el discurso independentista, la corrupción de CiU les importa un bledo. Para el separatismo, los 5,7 millones de catalanes que no apoyan la secesión no cuentan, son ciudadanos de segunda, sombras apenas que la niebla difumina por la rambla de la resignación.
"Por nacionalismo quiero referirme primero al hábito de asumir que los seres humanos pueden ser clasificados como insectos y que grupos enteros de millones de personas pueden razonablemente ser etiquetadas como "buenas" o "malas". Pero en segundo lugar -y esto es mucho más importante- quiero referirme al hábito de identificarse uno mismo con una determinada nación u otra unidad, colocándola más allá del bien y del mal y no reconociendo otro deber que el de apoyar sus intereses". La cita pertenece a George Orwell, seudónimo del escritor y periodista inglés Eric Arthur Blair, autor del celebrado "Homenaje a Cataluña", un libro que, entre otras cosas, constituye, años antes de que el gran maestro Goebbels, ministro de propaganda de la Alemania nazi, elevara la técnica a la categoría de arte, un eficaz prontuario sobre cómo la mentira utilizada como arma de propaganda puede llegar a manipular a millones de seres humanos hasta hacerles cambiar el sentido de sus vidas.
Orwell, maestro también a la hora de advertir sobre la amenaza de los totalitarismos (el "Big Brother") para las libertades, hubiera alucinado en la Cataluña de 2014 asistiendo en primera fila al éxito propagandístico cosechado por el Gobierno de la Generalitat en su remedo de consulta. Dando por buenas las cifras suministradas por los organizadores de la farsa, que ya es dar, 1.861.753 de los 7.571.000 habitantes con que cuenta Cataluña dieron el "sí" a la independencia: el 24.59% de la población catalana. "Éxito total", se apresuró a ventear Artur Mas. "Hemos ganado la semifinal por goleada; jugaremos la final cuando nos convenga", desafió ayer uno de sus generales. Semifinal ganada por incomparecencia del contrario, porque el Gobierno central había salido de puente (ayer era festivo en Madrid) y porque los millones de catalanes que dieron la espalda al esperpento estaban en sus casas guarecidos, descorazonados, francamente deprimidos en muchos casos ante el espectáculo que se vivía en las calles de Barcelona.
Maestros de la propaganda. Una materia en la que el Gobierno Rajoy no llega ni a la categoría de aprendiz. Es la clave del arco sobre el que descansa todo proyecto nacionalista, sea democrático o totalitario, la propaganda, la eficaz utilización de los medios de comunicación de masas para transformar el yo individual, capaz de responsabilizarse de sus actos, en el "nos" plural, en esa mente grupal en el seno del cual el individuo pierde su identidad y se ve arrastrado por la masa, hasta el punto de abandonar su sistema de valores para abrazar el del grupo. El triunfo de la propaganda. "Pero Fulano, ¿no vas a ir a votar? Anímate, hombre, ¿vas a ser el único de la familia que no lo haga?". Me contaba ayer un amigo barcelonés. Se lo decía su madre, emocionada; le animaba su propia madre, "hasta tu padre dice que va a ir, aunque solo sea por chinchar a Rajoy", y era peor el vecino de al lado, hijo de emigrantes murcianos venido a más, encantado con su estelada, nacionalista tirando a nazi, que se decía dispuesto a intentar votar en varias mesas, porque para él "no participar en el procés te convierte en reo del peor españolismo, corresponsable de la mierda de los Monagos, la corrupción de los Granados y por ahí..."
Hasta Jordi Pujol fue a votar (La Vanguardia, antaño Española, que está ahora peor que con Antich, escondió cuidadosamente su foto), y dijo sentirse muy contento el padre putativo de la Cataluña nacionalista. Es de suponer que también votarían sus hijos, enriquecidos todos en esta España que ens roba, y votado igualmente habrán esas elites corruptas acostumbradas desde el principio de los tiempos a sacar su pasta a Andorra y/o Suiza en cuanto hacen cuatro duros, no confundir la patria con la pela, que el nacionalismo es así, solo tiene memoria para los pecados ajenos. Sabemos de sobra que Cataluña encabeza el ranking de la corrupción española, pero eso no importa, lo que importa es votar una patria distinta, una patria mejor en la que, según Mas, correrán ríos de leche y miel. A los 2 millones de catalanes abducidos por el discurso independentista, la corrupción de CiU les importa un bledo. Se han convertido en lo que Elias Canetti, en su "Masa y Poder", denomina "masa de acoso": "aquella que se forma teniendo como finalidad la consecución rápida de un objetivo que es conocido y está señalado con precisión; se encuentra, además, próximo. Con decisión incomparable avanza hacia la meta, y es imposible escamoteársela. Todos quieren participar; todos golpean".
La batalla internacional
"Nos queda por ganar la batalla internacional", dijo ayer Francesc Homs, el ministro de propaganda catalán, y en eso está la Generalitat, a ello se dedica en cuerpo y alma esa cosa llamada DIPLOCAT (Consejo de Diplomacia Pública de Cataluña), que el domingo invitó a Barcelona y a cuerpo de rey a cientos de periodistas extranjeros, todos a gastos pagos, un misterio la pasta que esta Cataluña étnica se está dejando por el camino en su viaje a la Ítaca de la independencia, una Cataluña a la que es preciso rescatar de la suspensión de pagos desde Madrid, pero eso tampoco cuenta, eso no vale, lo que importa es que gracias a los euros de DIPLOCAT nos dedicamos a comprar la voluntad de periodistas, políticos y diplomáticos foráneos, periodistas dispuestos a escribir después elogiosos artículos sobre el "dret a decidir", como ese escribidor de Bloomberg que la semana pasada titulaba que "la corrupción en España puede hacer a Cataluña independiente", porque, claro está, en Cataluña no hay corrupción, en la República Independiente del 3% todo es virtud pública y vicios privados.
Mientras, por la ribera del Manzanares, los responsables del Estado se dedican a tocar la lira, mientras sus corazones reverberan ante el espectáculo de los cielos velazqueños que el otoño madrileño recrea contra el perfil de la sierra. ("La razón importante del rápido crecimiento de la masa de acoso es la ausencia de peligro. No hay peligro porque la superioridad de la masa es enorme. La víctima nada puede contra ella. O huye o queda atrapada. En su indefensión es solo víctima"). En Madrid miran, sí, hacia otra parte, bueno, no, también firman con diligencia los cheques con los que la Generalitat podrá seguir pagando a sus funcionarios (ayer mismo garantizó a los sindicatos de la Función Pública que en 2015 recuperarán la paga extra, y volverán a tener 12 pagas ordinarias y 2 extras), sosteniendo DIPLOCAT, la Asamblea Nacional Catalana, el Òmnium Cultural y lo que sea menester sostener con el dinero de Madrit.
Ayer era su día y, como estaba previsto, fue un éxito sin necesidad de que Mas lo dijera, un éxito enorme, porque a ver en qué libreto nacionalista no estaba escrito que lo de ayer iba a ser un éxito sin precedentes. ("Es una empresa tan fácil y se desarrolla con tanta rapidez que hay que darse prisa para llegar a tiempo. La prisa, la euforia y la seguridad de una masa semejante tienen algo de siniestro. Es la excitación de unos ciegos tanto más ciegos cuanto que de pronto creen ver"). Votaron, es un decir, los mismos que, más o menos, hubieran depositado la papeleta en cualquier circunstancia, menos de un tercio de la población catalana, en todo caso, menos de los que en junio de 2006 apoyaron la segunda versión del Estatut impulsada por el inane Zapatero (2.546.235 frente a los 2.305.290 del domingo), y si aquel 18 de junio dieron el "sí" al mismo un total de 1.881.765 personas, ahora la cifra se ha reducido a 1.861.753. Esa es la dura realidad tras años de bombardeo inocuo, de propaganda infecta, de odio inoculado en vena contra la fraternidad entre españoles. Y naturalmente de desgobierno o de no-Gobierno. De mala calidad democrática. De corrupción. Esa es la gran victoria que el separatismo burgués logró ayer: menos votos para el "sí" que en junio de 2006, y ello con todo a favor y sin contrario en frente, sin nada que estorbara en frente.
Los catalanes que no apoyan la sedición no cuentan
Para el separatismo, los 5,7 millones de catalanes que no apoyan la secesión no cuentan, son ciudadanos de segunda categoría, sombras apenas que la niebla difumina por la rambla de la resignación ("La soledad en su forma más rigurosa es el castigo extremo que la masa impone al individuo que se aparta del grupo", Canetti, en fin), porque para la propaganda nacionalista esos catalanes no existen, el "pueblo catalán" son esos dos millones, largos o escasos, como quieran, ganados para la causa. Lo cual que no se entiende la modestia de los organizadores de la charlotada porque, ya puestos, en un sucedáneo de consulta que no gozó de las mínimas garantías democráticas, donde cualquiera, desde cualquier lugar del mundo, podía inscribirse y votar, no se entiende, digo, que la Generalitat no haya proclamado a los cuatro vientos que han sido tres los millones que votaron anteayer, tres o cuatro, mejor cinco ya puestos, porque al final hubiera dado lo mismo, y mejor una vez rojos que cien colorados. Ahí han faltado reflejos, porque en Nueva York no hubiera dejado de tener su aquél decir que el 70% de la población catalana aprueba la independencia. Un fallo impropio, en fin, de los maestros del agitprop.
Han perdido el sentido común pero han ganado la batalla de la propaganda, y ganarán a este paso la otra, la de la independencia, la de la ruptura de España, si el resto de España, sobre todo Madrid, no despierta de su mortal letargo. El 9-N ha sido una charlotada que la inacción del Gobierno y el descaro de los sediciosos han convertido en la mayor afrenta a la Constitución -a la Ley, en definitiva- conocida hasta ahora. No caben engaños. Los capos de la Generalitat, con el desafiante Mas al frente ("El responsable soy yo") están decididos a seguir por la senda no ya de la deslealtad institucional sino de la más flagrante rebelión. La ruptura de España ha dejado de ser una entelequia para convertirse en un peligro cierto que amenaza la paz y la prosperidad, desde luego las libertades, de todos los españoles, incluido los millones de catalanes no secesionistas. Un peligro que a muchos parece tan cierto como el intento de golpe de Estado del 23-F. Mariano Rajoy y su Gobierno no pueden permanecer mudos, no pueden quedarse quietos. Y si lo hacen, tendrán que ser los ciudadanos de a pie quienes se movilicen y se echen a la calle. Empieza a estar mucho en juego.
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