Sin vencedores, ni vencidos Cataluña
lunes 10 de noviembre de 2014, 14:29h
De los cinco millones y medio de catalanes que tienen derecho a voto, a
los que habría que sumar los menores de dieciocho años, tan sólo
acudieron a las urnas el pasado domingo dos millones doscientos mil,
menos de un cuarenta por ciento. Cifras para que el gobierno de Mariano
Rajoy pueda hablar de relativo fracaso de la convocatoria. Votaron los
mismos que hace dos años se mostraban partidarios de que Cataluña fuese
un estado, con las diferencias entre los que quieren que sea un estado
dentro de España y los que la quieren ver completamente independiente.
Que dos millones doscientos mil catalanes vayan a votar en una consulta a
medio camino entre el plebiscito y la simple encuesta, a medio camino
entre lo,legal y lo ilegal, bajo la doble presión de la Generalitat, por
un lado, y el gobierno central, por otro, se puede considerar un éxito
para los convocantes, que deben meditar que tras los resultados del
domingo ha quedado claro que la independencia total tan sólo la quieren
un millón novecientos mil catalanes, apenas un 25 por ciento del censo
total de la población de las cuatro provincias, y apenas un 30 por
ciento de los que tienen derecho a voto.
Este apunte de datos arroja una conclusión: en el combate que
emprendieron Rajoy y Artur Más con la ayuda de Oriol Junqueras no hay ni
vencedores, ni vencidos. Ambas partes han ganado y han perdido. Los dos
pueden interpretar los resultados de la forma que mejor les convengan. Y
esta reflexión puede aplicarse al resto de formaciones políticas: desde
el PP y desde el Gobierno de la nación de habla de simulacro, desde el
PSOE se insiste en pedir un cambio constitucional hacia una monarquía
federal, desde Unió se insiste en la dicotomía entre estado catalán e
integración española, desde UPyD se defiende la penalización de todo el
proceso, desde Ciudadanos en la necesidad urgente de una convocatoria
electoral, y desde la emergente Podemos se guarda silencio para seguir
flotando en ese espacio indefinido en el que todo es posible y nada es
seguro.
A partir de este día uno tras la consulta se abren varios caminos, tan
peligrosos para la salud constitucional de España como necesarios para
evitar que el virus secesionista termine contagiando a otras Autonomías y
provocando un regreso a los medievales reinos de taifas. Es necesario
el diálogo y es necesaria la firmeza desde la responsabilidad de
gobernar para todos los españoles. Rajoy y Más, si negocian a solas
mantendrán los mismos vicios que nos han llevado a esta situación. Las
relaciones bilaterales mantendrán la confrontación entre dos partidos y
dejarán a la mayoría del país bajo,el síndrome de la frustración y la
incertidumbre.
Si la soberanía de España está y radica en sus órganos legislativos, es
en los Parlamentos y sobre todo en el Congreso donde se deben tratar
todos los temas que implican cambios en el equilibrio institucional,
político, económico y social que se articuló en 1978 con una
Constitución que debe sufrir cambios pero,que mantiene un valor
esencial: fue fruto del consenso de todas las fuerzas políticas en unos
momentos en los que estas verdaderamente representaban a un pueblo que
salía de una dictadura y no quería repetir los errores del pasado.
Hemos asistido a un gran ensayo. El auténtico Referéndum en Cataluña
tendrá lugar el próximo 24 de mayo con las elecciones municipales.
Allí
sabremos todos la fuerza que tiene cada una de las formaciones políticas
y que respaldo consiguen sus propuestas entre los ciudadanos de las
cuatro provincias: puede que desde la actual Generalitat se plantee como
un plebiscito, pero puede que los ciudadanos estén más interesados por
el paro, las pensiones, la sanidad y la educación que por las
superestructura política que debería preocuparse por su bienestar y su
felicidad, dos conceptos que parecen olvidar los,partidos cuando se
enzarzan en sus batallas personalistas.