lunes 10 de noviembre de 2014, 11:06h
El mismo domingo que se celebraba
la reunificación de Alemania, con el derrumbe del muro de Berlín, y que el Papa
Francisco predicaba la cultura del encuentro en la Plaza de San Pedro de Roma,
un politiquillo de vía estrecha provocaba un espectáculo que pretendía
favorecer la edificación de un muro que
pueda separar Cataluña del resto de España y del conjunto de Europa. Mañana
Cataluña seguirá donde estaba, pero no vale decir que no ha pasado nada. Aquí
hemos presenciado un duelo entre dos cobardías: la de quien usó como
testaferros a unos colectivos separatistas y llamó proceso de participación a
una actividad sediciosa y la de quien recurrió al Tribunal Constitucional para
que tomase las consecutivas resoluciones suspensivas y no hizo nada por imponer
en la práctica la suspensión solicitada con la autoridad que correspondería
para replicar frente a un desafío al Estado. Artur Mas le tomó la medida a
Rajoy y Rajoy se la dejó tomar.
Hace
mucho tiempo que alguien debía haberle dicho a un presidente regional que no
estaba habilitado para tramar amputaciones en la estructura del Estado, como no
lo está para declarar la guerra al Estado Islámico o para autorizar sobrevuelos
sobre la Península y que el desempeño de su función constitucional era
incompatible con estimular la agitación separatista. Ha habido otros
presidentes de la Generalitat en nuestra historia reciente que no sabemos cómo
pensaban ni si eran más o menos honrados pero lo que sí sabemos es que ninguno
tuvo las brillantes iniciativas del Sr. Mas.
¿Porqué el Sr. Mas se atrevió a
hacer ahora lo que nunca hicieron sus antecesores?. Se habla de un proceso de
dejación en la cultura, de una precaria presencia del Estado y de las fuerzas
políticas en el poder y en la oposición en Cataluña. Eso puede ser cierto pero,
con todo eso, nunca nadie perdió el respeto y se subió a las barbas de un
gobernante como lo hemos visto ahora.
Dicho
esto, el problema sigue ahí, como estaba y con un grado más de temperatura. La
cuestión no la han inventado solo los
señores Mas y Junqueras. Ya decía Ortega y Gasset en tiempos de la República
que no se podía resolver, "que solo se podía conllevar". Y, efectivamente,
siempre se ha "conllevado" por sucesivos políticos sin que ninguno se atreviese
a poner cajas de cartón en los colegios. El hecho de que existan unos partidos
nacionalistas en Cataluña con más peso que en el resto de España es una
realidad que hay que tener en cuenta pero esto no significa que no se cumplan
las leyes, se altere el equilibrio de las instituciones y se desapodere de sus
facultades a un Estado.
Es necesario un constante reequilibrio del poder
público cuando se practican provocaciones disgregadoras. En esto debe consistir
una política que combata seriamente en el campo de las ideas y en la limitación
de las autonomías cuando sea preciso. Desde mañana la política debería
plantearse que no solo no pueden tolerarse impunemente amenazas soberanistas
sino que tampoco se pueden establecer diálogos en base a dichas amenazas. Todo
razonamiento es discutible pero nunca fundado en presiones ilegales. Hay que
saber que los políticos de cartón solo piensan en plazos electorales de meses,
que sus fantochadas pueden no coincidir con los auténticos intereses de la
población y que sus momentos estelares y estelados son efímeros.
Con quienes
han sacado a la calle las cajas de cartón no hay nada que dialogar. Pero con
quienes fueron embaucados para votar esterilmente hay pendiente mucha
pedagogía, mucha información y mucha verdad. La ruta que desembocó en el 9 de
noviembre fue la de la ilegalidad y la desinformación. Es la hora en que
alguien debe ser capaz de abrir otra ruta realista, constructiva, legal y
transparente para la Cataluña de mañana dentro de la España de mañana.
Ahora es tiempo de que se le pidan
responsabilidades a alguien por lo pasado.
Con la
colaboración de menores de edad, emigrantes sin derecho de sufragio en asuntos
nacionales y con el patrocinio del poco ejemplar matrimonio Pujol-Ferrusola,
unos voluntarios sin control democrático alguno, pretenden haber contabilizado
la presencia de un tercio del censo electoral de Cataluña ante unas cajas de
cartón. Las otras dos terceras partes silenciosas no han encontrado ninguna voz
que las movilice ni que las ampare. El neoministro de Justicia Sr. Catalá, como
portavoz exclusivo de un gobierno poco glorioso, ha comparecido en la pantalla
anunciando que se recabarán datos para posibles acciones en base a la
existencia de denuncias ajenas a su propio oficio.
Algo que, a estas horas, no
hará temblar al organizador del espectáculo ni tampoco hará que recupere la
autoridad perdida quien anunciaba con insistencia que no iba a celebrarse el
cartonaje. Lo único que ha quedado manifiesto es que nadie ha cumplido ni ha hecho
cumplir la ley. El Tribunal Constitucional se ha quedado unánime y
enérgicamente solo. El futuro de Cataluña dentro de España y de España dentro
de Europa no puede confiarse indefinidamente al juego de unas urnas de cartón
ni al liderazgo de unos políticos de cartón, ni en Barcelona ni en Madrid.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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