La juez argentina
María
Romilda Servini de Cubría ha logrado un pasajero hueco como 'magistrada
estrella', al ordenar la 'detención preventiva' de una veintena de españoles
por su presunta relación con 'los crímenes cometidos durante la dictadura
franquista'. En su escrito, mezcla muchas cosas e incluye en su requisitoria desde
a prácticamente todos los ministros de Franco que aún viven, hasta a
Rodolfo
Martín Villa, acusándolo de los sucesos de Vitoria, posteriores a la muerte de
Franco. Una muerte de la que el próximo día 20 se cumplen treinta y nueve años.
Puede que la señora Servini, que tiene un lamentable pasado profesional, como recuerdan
algunos comentaristas al
editorial publicado el domingo por Diariocritico,
haya querido aprovechar el aniversario para hacerse émula de su admirado
Baltasar Garzón. Pero ni lo de Pinochet fue lo mismo que este tardío 'proceso
al franquismo' -han pasado cuatro décadas, una aministía y una reconciliación
nacional-ni el paso de la señora juez tiene la más mínima lógica, como han
reconocido hasta fiscales del Tribunal Supremo de la talla de Eduardo Fungairiño.
La tarea de execrar al ya execrable (y execrado) dictador debe quedar en manos de
los historiadores, no de los juzgadores extemporáneos que solo buscan
notoriedad y polémicas vacías.