miércoles 29 de octubre de 2014, 13:36h
El lobo viene disfrazado de encuesta. El
avance del estudio sobre intención de voto que está tabulando el CIS
parece que ha disparado todas las alarmas. En el Gobierno, en la cúpula
del PP y en el PSOE. No es para menos si se confirma que Podemos estaría
a poca distancia de los populares tras dejar atrás a los socialistas y
pasar por encima de IU. Si los hechos confirman las expectativas
estaríamos ante un proceso político sin precedentes.
El fenómeno del auge de Podemos se explica en razón de las
circunstancias políticas y sociales por las que atraviesa España.
Vivimos un momento en el que lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no
acaba de nacer. Antonio Gramsci (el teórico comunista italiano, admirado
por alguno de los profesores que componen la cúpula de Podemos),
definía así los momentos de transición preñados de incertidumbre o
abocados a la tragedia, como ocurrió en la Italia de su tiempo.
En la España de nuestros días, lo viejo es el sistema de partidos
que a favor de una ley electoral restrictiva y de la hinchazón del poder
del Ejecutivo a costa de los restantes poderes del Estado, a lo largo
de los últimos treinta años (los del reinado de Juan Carlos I), se ha
consolidado en un sistema bipartidista similar al de la Restauración
canovista. Sistema en el que el PP y el PSOE se han repartido el poder
con el apoyo de los nacionalistas. A los protagonistas y beneficiarios
de ese sistema es a lo que estigmatiza Pablo Iglesias, llamándoles "la
casta".
Por volver a la aporía de Gramsci, desde la perspectiva de
Podemos, ellos representarían lo nuevo. Un partido recién creado a
partir del movimiento ciudadano que parece llamado a encauzar el cabreo
de la gente ante los recortes traídos por la crisis y la indignación
ante la multiplicación de los casos de corrupción. Hasta hace una semana
ni siquiera eran un partido político constituido como tal y, sin
embargo, los sondeos de intención de voto les colocan a la cabeza de las
expectativas electorales dejando atrás a todas las formaciones de la
izquierda clásica española: los socialistas, los comunistas de IU y los
verdes.
Lo llamativo del caso es que desde las filas de la izquierda,
algunos de sus líderes -caso de la presidenta de Andalucía Susana Díaz
(PSOE) o de Alberto Garzón (diputado comunista por Málaga)-, no
consideran a Podemos como un partido de izquierdas. Tal es la confusión
que trae la novedad. Lo que nadie puede negar es que sobre el escenario
de la política nacional hay un actor nuevo que irrumpe con fuerza. Una
fuerza que, al decir de los sondeos, canaliza el hartazgo de muchísima
gente ante los abusos de los más privilegiados, abusos que los partidos
tradicionales no han querido o sabido cortar. Quizás por eso Podemos
está generando tantas expectativas como alarmas. Aunque no van a
presentarse a las elecciones municipales, han conseguido que los
instalados pidan disculpas por los casos de corrupción. El resultado de
un ataque de pánico: han leído las encuestas y le han visto las orejas
al lobo.