lunes 27 de octubre de 2014, 08:06h
En
algunas naciones europeas han nacido, como hongos venenosos después de la
tormenta, movimientos reactivos alimentados por el chaparrón de desencanto y
desesperación de la crisis socioeconómica, bien abonados por el estiércol de la
corrupción, como frutos utópicos y rencorosos de una pradera política
despoblada de valores morales. En Inglaterra se presentan como euroescépticos,
en Francia como extrema derecha, en España como extrema izquierda y en Italia
como claramente bufonescos. Todos tienen un común denominador demagógico,
populista y antisistemático. Ninguna de estas corrientes está en condiciones de
que se les entregue la llave de la despensa de Europa ni el mando de sus
aparatos de seguridad y defensa. Pero están presentes, dando la tabarra en los
medios informativos y las redes sociales con sus arcaicos mensajes disfrazados
de juventud cochambrosa. No ofrecen soluciones realistas para nada, pero
cultivan la sensación de ofrecerse como caminos hacia un horizonte idílico e
impreciso como el predicado en todos los tiempos por los agitadores de la
antipolítica que nunca han aportado nada positivo sobre la tierra salvo el
ascenso de algunos predicadores a los rangos de la casta política a la que
decían repudiar.
Junto
a Beppe Grillo, Marine Le Pen, Alexis Tsiripas o Nigel Farage, también entre
nosotros ha germinado una secta menor que, quizá por ello, se tiñe con algún
pigmento latinoamericano y algún resentimiento guerracivilista a la española,
buscando un espacio electoral entre los escombros de una izquierda desfondada y
algunos jóvenes inexpertos tentados a corretear como outsiders de la política.
Han encontrado un espacio en el típico campo experimental de las elecciones
europeas y en las simulaciones de las encuestas sin garantías de tiempo,
terreno o candidatos definidos. Precisamente por esto, el mensaje se ha
extendido sin concentrarse suficientemente en sus propuestas, mediando a costa
de recortar sentimentalmente los votos del PSOE y de Izquierda Unida y supervalorados
por la gran abstención de la derecha. Aquella noche del 25 de mayo de 2014, al
famoso Pablo Iglesias le salió a relucir ese poso de sentido crítico natural de
su amargura universitaria y, cuando sus amigos se sentían eufóricos por los
inesperados cinco escaños en el Parlamento Europeo, les echó un jarro de agua
fría al decir: "No estamos satisfechos con esto. Hemos perdido estas elecciones
europeas y el Partido Popular las ha ganado". Una vez sentado en su nuevo
escaño, podría contemplar esta realidad con ocasión de la confirmación del
comisario Arias Cañete y del gobierno Juncker, ocasión en que, a pesar del
papel esperpéntico del socialismo español alineado con toda la marabunta
populista europea, comprobaría la impotencia de jugar por los extremos sin
tener delantero ni portero.
Sin
consistencia técnica, apoyos fácticos ni infraestructura popular estable no es
imaginable una expectativa de poder en un Estado democrático medianamente
organizado. Es posible condenar a un socialismo indeciso a convertirse en un
partido regional recluido en Andalucía y traicionado en Cataluña que sirva
igual para un roto que para un descosido. Lo mismo para coaligarse con el
centro-derecha como "gauche divine" que para capitanear un "frente" de
izquierdas en el que "Podemos" sería algo así como lo que fue el anarquismo en
el rompecabezas republicano. Vistas así las cosas, debe comprenderse que la
gran mayoría silenciosa no puede poner sus esperanzas en este engendro. Por
ello se presiente que los ciudadanos les dirán "no podemos", a pesar de lo
hartos que están de tantas indecencias e inoperancias.
No
podemos propiciar que esta Nación, ni sus Comunidades Autónomas, ni sus
Ayuntamientos, sean gobernados con propuestas desacreditadas por fracasos
pasados y por perspectivas económicas catastróficas. No podemos desear la huida
de los inversores y la desconfianza de los mercados. No podemos correr el
riesgo de contradicciones radicales entre distintas instituciones o en el seno
de las mismas. No podemos aspirar a competir en el mundo trabajando menos y
gastando más. No podemos poner a nuestros mejores profesionales en la tentación
de emigrar para conseguir mejores niveles de vida ni empujar a las empresas que
sobrevivan a seguir los caminos de la deslocalización. No podemos imaginar la
pesadilla que sería sustituir a los sindicatos burocráticamente adormecidos por
los comisarios controladores salidos de asambleas de adolescentes iracundos. No
podemos volver a inchar el sector público para que renueven sus vicios y sus inercias
nuevas promociones de gestores intervencionistas. No podemos amenazar con
nacionalizaciones a las empresas españolas que están alcanzando proyección
internacional. No podemos poner en peligro el difícil equilibrio de nuestra
Seguridad Social con dispendios no compensados por el crecimiento de la
producción. No podemos regresar a niveles tercermundistas después de haber
recuperado un rango de nación europea envidiado por los profetas del
neoindigenismo artificial del gusto viajero de "Podemos". No podemos admitir
unas ofertas cuya implantación supondrían grandes dosis de coacción y
vulneración de derechos y libertades. No podemos, y esto lo saben bien casi
todos los españoles, incluso gran parte de ese millón y medio de votos que
llevó a ciertos indocumentados al Parlamento Europeo, con la ilusión de que era
mejor verlos entretenidos lejos que molestando cerca. No podemos estimular el
galope hacia la demolición de la más estable arquitectura constitucional de
nuestra historia. No podemos poner el timón de una gran nave tripulada por
cuarenta y siete millones de personas en las manos de un arcaico postcomunismo
regresivo que aún se recrea en la majadería de Karl Marx de que "El cielo se
toma por asalto". Por mucho asco que produzca la corrupción cleptocrática
presente no podemos depurarla alimentando la corrupción intelectual de una
demagogia populista.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
|
elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
|