La necesidad de un cambio de Gobierno
martes 07 de octubre de 2014, 13:18h
Si Mariano Rajoy se empeña en mantener su equipo de
gobierno hasta el final de la Legislatura se encontrará con trece personas que
han agotado sus reservas políticas y que son incapaces como conjunto de "
ganar" los " partidos" ( elecciones ) que están en el calendario
de 2015.
Al igual que ocurre con los equipos de fútbol, el
entrenador tiene que vigilar el estado de forma de los jugadores, ver si tienen
la fortaleza mental y física para aguantar la presión de los encuentros
difíciles, comprobar que la la labor de conjunto permite mantener el tipo
frente a los más duros adversarios, y si tiene la suerte de contar con "
estrellas" lograr que éstas brillen cuando se las necesita. En el caso del
" entrenador" Rajoy su máxima estrella es la vicepresidenta del
gobierno, seguida a mucha distancia por los titulares de Economía y Hacienda.
Los otros diez componentes del Consejo de Ministros han sucumbido ante la
opinión pública o están desaparecidos en esa zona media que debe modular al
conjunto pero en la que no se juegan los títulos: no defienden, ni atacan,
permanecen sobre el césped de la actualidad esperando que sean otros los que
consigan la victoria o se responsabilicen de la derrota.
Desde el partido, desde el PP se sigue la evolución del
" equipo" de la misma manera que los directivos de un club de fútbol
asisten a los resultados de los suyos: con preocupación creciente ya que ven
como las derrotas que se van cosechando en la sociedad española pueden incidir
de forma directa en sus propias " Ligas" ya sean estas autonómicas o
municipales.
Los datos económicos reales no son tan buenos como los
pintan, ni los Presupuestos Generales del 2015 parecen que se puedan cumplir
si miramos el estancamiento de Europa y de su principal motor, Alemania;
si vemos como la subida de impuestos va a incidir para mal en la cada vez más
exigua y enfadada clase media; y si para colmo las malas y muy malas noticias
para la clase dirigente en general y para el gobierno y su partido en
particular llegan de tres en tres: tarjetas black de Bankia, mantenimiento del
desafío soberanista en Cataluña, y aparición de los primeros casos de ébola
fuera de África en España, con el daño que todo el conjunto hace a la
credibilidad de nuestro país, de su sistema financiero, de su cohesión
territorial, y de su sanidad pública.
Al presidente del Gobierno no le gustan los cambios, no
le gusta tener que ver nuevas caras en
los Consejos de Ministros, le ocurre lo mismo que a sus predecesores que
aguantaban y aguantaban hasta que la situación de uno o varios ministros se
había vuelto insoportable. Y en ese momento es en el que se encuentra el actual
inquilino de La Moncloa: la situación de su gobierno se ha vuelto insoportable,
desde el siempre inestable equilibrio entre los titulares de Economía y
Hacienda, hasta la salida del ministro de Justicia ( el más político de todos
los miembros del Gabinete ) y la levedad con la que están pasando por sus
carteras y en los últimos meses, tras agrias polémicas y enfrentamientos
sectoriales Ana Mato, Ignacio Wert, Ana Pastor, José Manuel Soria...por no mencionar a los siempre
desaparecidos titulares de Defensa y Asuntos Exteriores.
El cambio es urgente si quiere que con nuevas caras las
elecciones del próximo 24 de mayo no signifiquen el principio del fin del poder
que tiene el Partido Popular en toda España. La caída en votos y en
representación es imposible de parar, lo que puede hacer el doblemente
presidente es intentar que la pérdida no se convierta en una gran derrota. En
las circunstancias actuales y en las que previsiblemente vamos a tener dentro
de ocho meses lograr un empate representaría casi una victoria, y para
conseguir ese empate el actual equipo de los trece no le vale. Es duro de
asumir pero en el cargo se lleva también la penitencia de tomar decisiones que
no son agradables, que molestan a más de uno y que conllevan el riesgo de la
equivocación. En este caso el mayor riesgo y la mayor equivocación está en
dejar las cosas como están.